MALTRATO: EL PROBLEMA...
Rara es la semana que no “desayunamos” con algún caso dramático (en realidad, las últimas consecuencias) de una situación de acoso y maltrato. Que dichos casos, terribles desde todos los puntos de vista, sean mediáticamente impactantes no nos debe llamar a engaño. Son, recurro aquí al tópico, la pequeña “punta del iceberg” de un problema que afecta profundamente a la sociedad.
El acosador-maltratador es, en el fondo, una persona débil; carente, entre otras cosas, de la autoestima y habilidades sociales necesarias para poder realizarse y desarrollar su vida satisfactoriamente por otros cauces.
Esa carencia de recursos para la resolución pacífica de los conflictos (elemento consustancial a cualquier vida, por supuesto) moviliza recursos mucho más primitivos o primarios con objeto de compensar esa dificultad para vivir en paz y dejar vivir a los demás.
Fruto de esa cobardía o debilidad, la persona que agrede-maltrata-acosa tiene por objetivo básico inmovilizar y aislar socialmente a la víctima. Si en la víctima confluyen también elementos psicológicos de carencia de autoestima y de afirmación personal el “cóctel explosivo” está servido. De manera sistemática, metódica y paulatina se produce un proceso de cosificación y degradación que cubre varios objetivos estratégicos. Por una parte, deja aún más indefensa a la víctima ya que ésta carece de los apoyos sociales necesarios que pudieran ayudarle a salir de ese foso, que se hace más profundo cada día. Adicionalmente, esa despersonalización persigue el objetivo de evitar los remordimientos (si es que tuviese alguno) en el agresor-maltratador-acosador. Si no tiene remordimientos por lo que hace la situación de poder ficticio e irreal que crea se autorrefuerza continuamente creando una espiral absolutamente devastadora para la víctima, de manera inmediata, y para la sociedad, en el largo plazo.
Son muchos los entornos sociales (tantos como la misma vida) donde se dan situaciones de maltrato : físico, psicológico, laboral, entre iguales...
Asistimos indolentes a un fenómeno complejo y peligroso. Creemos que siempre le ocurre a los otros/as y, a veces, pensamos que alguna culpa tendrá la víctima ya que una persona “normal” no se dejaría arrastrar por esa vorágine de acoso y de violencia. Con eso tranquilizamos un poco nuestras conciencias y seguimos viviendo como si nada de importancia hubiese ocurrido.
Podría parecer un tópico, pero me vienen a la cabeza unas palabras de Bertol Brech que no me resisto a transcribir.
Primero cogieron...
Primero cogieron a los comunistas,
y yo no dije nada porque yo no era un comunista.
Luego se llevaron a los judíos,
y no dije nada porque yo no era un judío.
Luego vinieron por los obreros,
y no dije nada porque no era ni obrero ni sindicalista.
Luego se metieron con los católicos,
y no dije nada porque yo era protestante.
Y cuando finalmente vinieron por mí
no quedaba nadie para protestar.
Continuará...
1 comentario:
En referencia a este tema me pronunciaré en acuerdo con lo expresado en el mismo, pero con algunos matices, entre ellos los siguientes:
No creo yo que el acosador sea una persona débil y falta de autoestima, al contrario, pienso que el perfil que piensa él que tiene de si mismo es de prepotente, se siente superior a la víctima, abusa de su poder físico y normalmente alardea del mismo, sin embargo, no es más que un fanfarrón.
Por los casos que se vienen sucediendo sobre malos tratos a la mujer –no me refiero a otros-, yo me atrevería a decir que en un alto, muy alto porcentaje de los casos NO suceden en la variedad de entornos sociales, sino en un sólo sector, el de la población inmigrante; aunque se den casos en la población autóctona, la excepción confirma la regla, solamente hay que comparar la población con el número de casos para darnos cuenta de ello. No me atrevería a especificar la causa pero atisbo un problema muy grave de falta de educación y respeto por las leyes.
Una de las dos soluciones que yo creo que podrían ayudar a solucionar esta lacra es la de reformar el Código Penal, me explico, actualmente las disposiciones vigentes suelen, en mi opinión, transgredir el principio constitucional de “IGUALDAD ANTE LA LEY”, claramente se observa una discriminación “positiva” hacia con la mujer, ¡qué paradoja! , ante una denuncia de una mujer por malos tratos –sin prueba alguna, informes médicos, etc., - las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad proceden a la DETENCIÓN del hombre Ipso facto, y el Juez lo manda inmediatamente a PRISIÓN PREVENTIVA, sin embargo, y lo más curioso, es que al MALTRATADOR que realmente condenan en un juicio por haber sido probados los malos tratos a su pareja, la pena que le imponen es irrisoria.
La otra solución “muy políticamente incorrecta” pero eficaz cien por cien, y que me voy a atrever a escribir, es la de que si el maltratador “conociera bien” al padre o hermano de su mujer/pareja, difícilmente se atrevería a ponerle la mano encima.
En referencia a la reflexión de tener que “actuar ahora y no dejarlo pasar” , estoy totalmente de acuerdo, pero bueno, tenemos la oportunidad y gran suerte de vivir en un estado democrático y poder protestar en las urnas.
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