EQUILIBRIO y "equilibristas"...
Curiosa y manida palabra, donde las haya. De tanta retórica hueca que escuchamos continuamente nos viene, a buen seguro, la tendencia al uso “indiscriminado” de palabras y expresiones a las que vamos vaciando de significado.
El equilibrio, o mejor aún, su antagonista el “desequilibrio” es la causa de muchos de los males, problemas, trastornos y malentendidos con los que nos encontramos día a día. Conocemos a personas que, sin mala intención, plantean problemas y escenarios desde una perspectiva desequilibrada. Lejos de intentar la búsqueda de soluciones con armas tan sencillas como el “sentido común”, intentamos zafarnos rápidamente de los problemas planteando soluciones inoportunas que, a la larga, generan mayor confusión y solucionan poco o nada el asunto en cuestión.
A veces (la mayoría) la búsqueda del equilibrio exige un sacrificio, que no todos estamos dispuestos a soportar; podría ocurrir, simplemente, que no tenemos conciencia de ello. Optando por la solución más rápida desequilibramos la balanza y recomponer la situación exige tanto esfuerzo que, la mayoría de las veces, no tenemos ni capacidad ni ganas de hacer.
La búsqueda del equilibrio exige también “tiempo”. Sí, esa palabra curiosa que todos usamos continuamente y que si nos pidieran definir con exactitud tendríamos graves problemas para dar una respuesta acertada ya que, seguramente, terminaríamos recurriendo a la “medida del tiempo” como solución al enigma.
Tiempo y sacrificio (no en el sentido masoquista-patológico del término) son conceptos que, en los tiempos que corren, están lejos de las prácticas sociales y personales.
A veces la solución más acertada (o la menos mala) a un problema requiere un período de reflexión (tiempo), serenidad y valoración ponderada de varias opciones. Adicionalmente, es muy probable que la solución al problema requiera un sacrificio por nuestra parte (tiempo, atención, comodidad…). El hedonismo que nos rodea por los cuatro costados ha conseguido que la búsqueda alocada del placer nos haga huir de todo aquello que no lo represente.
En otro orden de cosas, las personas tienen la responsabilidad de tomar decisiones importantes a lo largo de su vida (vitales, profesionales, afectivas…). A veces el punto de equilibrio no está “en el medio”, por lo que habrá que valorar detalladamente el escenario con objeto de ponderar todos los intereses en conflicto y buscar la mejor solución. Tampoco la solución tiene que estar siempre equidistante de ambos polos del problema. Expresándolos en términos más prosaicos, permítaseme, uno puede “meter la pata” por hacer algo, por hacer lo contrario de ese “algo” o por dejar de hacerlo. Por ello, la búsqueda ansiosa de recetas de uso común para los problemas y circunstancias cotidianos se revela, en el fondo, como una cuestión ilusoria.
Quizás la reflexión sobre la experiencia nos ayude en la búsqueda permanente del equilibrio porque creo que no existe una asignatura, llamada así, que nos ofrezca la llave para hacer en cada momento lo que se tiene que hacer, “sin meter la pata”.
¿Equilibristas, “desequilibrados”, …?
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