31 enero 2018

FOTOGRAMAS LÍQUIDOS (1)

FOTOGRAMA FUNESTO.

Fragmentos de escarcha resbalan por sus mejillas mientras, lentamente, mastica con asco esa pena honda, gélida, que aflora a la superficie tras macerarse lentamente en el fondo insondable de su alma. Había pasado antes por esto, lo sabía bien, pero esta vez experimentaba, además de la ración de dolor físico correspondiente, una sensación de hastío que le asqueaba hasta el punto de provocarle náuseas. 

Estaba tan saturada que sus mecanismos habituales de control y analgesia habían desertado y dejado expedito el campo, ya convertido en un erial, para que sus más oscuros y miserables espectros comenzaran a poblarlo sin misericordia. 

No se le ocurría otra solución que vomitarlo todo, provocarse un exorcismo tan brutal que, aunque la dejase exánime, le permitiese reconstruir los escasos fragmentos de dignidad que pudieran quedarle en su interior, tras tantos años de aguantar a ese miserable que, una vez más, se retorcía en el suelo, supuestamente abochornado, implorándole un miserable perdón que, ahora, se le antojaba estéril y vacuo. 

Quiso escupirle pero, en el último momento, decidió ahorrar saliva. Cojeando, sin mirar atrás, recogió su pequeña maleta y salió de la casa cerrando la puerta.

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29 enero 2018

El Ave Fénix y la resiliencia (2)


¿Mito o realidad? Apuntes para un DESIDERATA... (2)


Arriésgate. No hay nada más amargo que el devenir de los días anclado en la mediocridad de una tibia e insalubre zona de confort. Salvo en casos extremos, donde tu experiencia y buen criterio deben sugerirte prudencia, no temas explorar zonas adyacentes y poco cartografiadas. El placer del descubrimiento de nuevos horizontes y geografías es indescriptible. 

No olvides, no iba a ser todo tan fácil, que  aparecerán francotiradores por doquier durante todo el camino. No te expongas innecesariamente a sus balas y hazte amigo del viento; con el tiempo, te regalará etéreas y sutiles señales de la presencia de aquellos que disfrutan estudiando tus pasos y siguiéndote con su mira telescópica. 

Desoye diplomáticamente, en la medida de lo posible, los cantos de aquellas sirenas, pájaros de mal agüero, que no pretenden otra cosa que atemorizarte para que no avances en tu camino. Su pena: no haber logrado lo que tú amenazas con conseguir. Pero no te enfrasques en guerras cruentas con aquellos que te ladren a cada paso. Es una pérdida de tiempo y energía, dos bienes escasos y preciosos; resérvalos para aquello que merezca la pena. 

No olvides que siempre habrá alguien que se empeñe en decirte cómo tienes que vivir tu vida. Lo harán por envidia, enajenación, despecho o cualquier otra espuria razón que les empuje a interferir en tus intenciones. Eso sí, es prudente escuchar siempre, ya que nadie está en posesión de la verdad y cotejar diferentes visiones sobre cualquier asunto puede hacernos avanzar hacia el conocimiento y la plenitud.

Respira profundamente varias veces antes de escribir o decir algo de lo que te puedas arrepentir en el futuro. No sabes cuántas vueltas da la vida y lo enrevesadas que son las relaciones humanas. Piensa siempre dónde pueden terminar tus actos, aunque en el corto recorrido parezca que lo tienes todo controlado. 

25 enero 2018

Ángel carbonizado


Despertó esa mañana, un día más, lamiendo sus lágrimas salobres, sin poder contener la pena que la embargaba desde hacía ya demasiado tiempo, más del que quería y podía recordar. A pesar de la nube de afecto en que la envolvía el grupo, en su fuero interno comenzaba a gestarse una pena gélida, un dolor antiguo que, en esos momentos, sólo afloraba a su conciencia en los momentos más inesperados. Se trataba de una sensación, aunque pasajera, incómoda y difícil de encajar en el marco de su aparente normalidad. De ahí la inquietud, de ahí el ahogo y las ganas de escapar a la intemperie, lejos del calor anestesiante y del afecto mercenario que, ahora estaba segura de ello, había impregnado su corazón desde que comenzó a frecuentar la fraternidad, o como quisieran llamarla esos ectoplasmas sonrientes y melifluos que acariciaban su ego cada semana, en los encuentros de meditación que el "Maestro" -sonreía con amargura al referirse a ese infame sujeto, en esos manidos y arquetípicos términos- hábilmente dirigía frente a sus incondicionales y acólitos.

Algo estaba cambiando dentro de ella. Algo que, en primer lugar, le generaba una gran desazón ya que suponía, como mínimo, avanzar a hurtadillas fuera de esa cómoda zona de confort en la que se había instalado a raíz de sus extasiantes y narcóticas experiencias grupales. Cierto es, tampoco hay que quitarles todo el mérito a sus compañeros de fatigas, que el trato humano había podido ayudarla a mitigar su eterna ansiedad; ese amargor crónico que, subiéndole desde la boca del estómago hasta la garganta, enturbiaba sus días y, especialmente, sus insomnes e interminables noches. 

Ya había tenido momentos de incomodidad parecidos en los últimos años. Siempre, con la ayuda de esos de los que ahora empezaba a renegar, había conseguido reconducir la turbidez de su espíritu y, es lo que cedía en contrapartida por tal generosidad, se había adentrado cada vez más en esa cueva cálida y reconfortante que la mantenía en una nube de amor fraterno y universal. Que la experiencia subyugante le costase la donación de ciento cincuenta euros mensuales, en concepto de gastos diversos, era lo de menos. Los regalaba con gusto si podía disfrutar de lo que se había convertido en su particular, habitable y pequeña parcela del universo. Todo controlado, la felicidad enlatada... ¿por qué aspirar a más?

Sin embargo, algo estaba cambiando. Aún no podía cartografiarlo con nitidez, delimitar sus bordes, aprehenderlo con su entendimiento... pero llevaba días extrañamente serena, a pesar de que su eterna amargura había comenzado a transitar, una vez más, por la interminable senda de sus días. Comenzaba a cansarse, por una parte, del eterno ciclo de vaivenes anímicos que sólo amainaban cuando recibía una dosis extra de cariño envasado. Por otra, percibía una extraña fuerza interior, aunque parezca paradógico dada su fragilidad, tanta veces reconocida y aceptada, que pugnaba por emerger a pesar de la losa que, sin pausa ni descanso, no dejaba de crecer en torno a su vida y espíritu.

No habría marcha atrás una vez más, era lo único que tenía claro. Llorando, esta vez de alegría, y sacando fuerzas de donde no las había, de lo más recóndito del pequeño agujero en el que se había convertido su voluntad... DESPERTÓ.

23 enero 2018

El Ave Fénix y la resiliencia (1)


¿Mito o realidad? Apuntes para un DESIDERATA... (1)

Ante un problema de envergadura, lucho, no me escondo. Hay muchas maneras de luchar; no hay que olvidar, en ese sentido, la inteligencia y la capacidad de adaptación. 
Si salgo derrotado, aprovecho para analizar mis limitaciones e intento aprender para el futuro. 
Comparto el mérito con todos los que me ayudaron a alcanzarlo, en caso de éxito. 
Los cambios no son males, sino desafíos. 
Controlo, hasta donde es posible, los derroteros por los que circula mi vida. 
En caso de serias dificultades me centro en mis recursos y aprendo de mis experiencias, sin cerrarme a soluciones no previstas o trazadas de antemano. 
No atiendo al despecho, en sus más variadas y sibilinas formas. Provocar es fácil y hay personas, enajenadas o no, con grandes habilidades para descentrar al más cuerdo. Nadie en esa posición está en condiciones de modificar sus actos de manera fácil y sensata. 
No malgasto energías con gente tóxica.
Al final, me concentro en el eterno fluir... todo llega y todo pasa, ni más ni menos. 

El tigre herido...