Sordas y reiteradas caídas acompañan su espinosa marcha por la senda que le ha tocado transitar. Sus rodillas, maltrechas y descarnadas, testimonian silentes las cicatrices de los muchos guijarros que han traspasado su piel y, durante más tiempo del deseable, le han recordado la dureza del camino. Sabe que su destino se encuentra más allá de las montañas y, aunque hay días nublados en los que ha llegado a sudar sangre para levantarse y seguir avanzando, no va a regalarle el festín de su colapso y derrota a las hienas huidizas y rastreras que merodean por los desfiladeros que va encontrando a su paso. Todo pasa... y todo llega.
Fuerza y honor.
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