En el segundo artículo de esta serie sobre el "burnout" hacíamos alusión a la gravedad del problema en el ámbito educativo, al tiempo que reflexionábamos sobre los factores que ejercen una presión desmesurada sobre el personal docente. Es necesario que determinadas circunstancias estructurales sean modificadas en beneficio de todos. No podemos cambiar el mundo en dos semanas pero sí podríamos iniciar una serie de actuaciones tendentes, en el medio plazo, a mejorar significativamente la calidad de vida de unos profesionales necesarios y vitales en nuestra sociedad.
El sistema educativo, cuya base está ubicada en las personas que ejercen la docencia y la gestión de los centros docentes, así como en una serie de servicios externos complementarios, contribuye al mantenimiento y la mejora de la sociedad a través de un mecanismo de endoculturación. Esto es, un proceso de corte antropológico mediante el cual las generaciones más antiguas transmiten a las siguientes todos los conocimientos, costumbres, reglas y significados que permitirán a los nuevos miembros de la sociedad seguir desarrollando sus funciones con ciertas garantías de éxito.
Los procesos de enseñanza informal o no-formal son importantes. Son muchos y variados los contextos que permiten desarrollarlos; pero el sistema reglado es una herramienta muy poderosa para generar cambios sostenidos y evolucionar hacia cotas deseables de solidaridad, respeto, calidad de vida y, por qué no, cultura y logros económicos.
En las últimas décadas asistimos a un declive imparable de la consideración social de los docentes. Las campañas mediáticas de corto recorrido, aunque sean planteadas con buena fe, tienen un impacto limitado. Apenas rozan la cáscara del complejo cuerpo social que constituye nuestro mundo actual. Por ello, entiendo que son precisas medidas de carácter estructural que pasen por el compromiso sostenido y profundo de instituciones, empresas y, cómo no, administración. Es importante oír la voz de aquellos profesionales que saben hacer su trabajo y pueden aportar grandes ideas para la mejora de sus realidades vitales. El problema es que, muchas veces, parece que se clama en el desierto. Desde la administración e instituciones sería deseable que se tomasen el problema en serio. No estamos hablando de una anécdota sin trascendencia, sino que tenemos claros indicios de su amplia repercusión social. Por citar un estudio reciente, entre los docentes de Educación Primaria de varias provincias españolas se detecta una alta prevalencia del Síndrome de Burnout (superior al 30 %). Son datos alarmantes que requieren ser valorados adecuadamente.
Las instituciones pueden, y deben, hacer una apuesta para disminuir la incidencia de este grave problema. En vez de incrementar progresivamente la presión sobre sus administrados, a veces de manera dispersa y asistemática, sería interesante hacer una apuesta por mejorar la coordinación entre los diferentes servicios. En el siglo de la "revolución de las tecnologías de la información" es injustificable que muchas tareas rutinarias no se automaticen para descargar de presión a los trabajadores. Las tareas burocráticas deben ser simplificadas y no sobrealimentadas continuamente; mayor "papeleo" no significa necesariamente mejor gestión.
Descargar sobre los hombros, voluntarismo y tiempo de ocio del trabajador la formación que necesita para realizar su trabajo con más eficacia y productividad puede llegar a convertirse en un asunto "inmoral". Reajustes presupuestarios que permitan eliminar aspectos superficiales e innecesarios podrían permitir la contratación de un mayor número de empleados. Esta circunstancia podría garantizar el adecuado funcionamiento de los servicios y, simultáneamente, canalizar la formación y actualización profesional de todos en horario laboral. ¿Por qué no plantearse, por ejemplo, meses sabáticos durante los cuales todos aquellos que, legítimamente, quieran experimentar mejoras laborales tengan la oportunidad de formarse y acreditar que el tiempo que han invertido revierte positivamente en sus puestos de trabajo?
Es obvio que, aunque confiemos en los demás y en las "macroestructuras" políticas, administrativas y sociales, algo tendremos que hacer nosotros, por lo que pueda ocurrir en el camino... No es fácil cambiar, "de la noche a la mañana", de estilos de vida y costumbres; pero a veces es necesario intentarlo, sobre todo si es para evitar males mayores y mejorar la calidad de vida. Sin ánimo de aportar una panacea universal, podemos sugerir una serie de estrategias de afrontamiento que mejoren y, en muchos casos, prácticamente salven a muchas personas de la espiral degradante que supone este síndrome.
El manejo de las situaciones de conflicto que constituyen el caldo de cultivo del "burnout" exige un buen desarrollo de las habilidades personales y sociales. Generalmente, cuando nos encontramos desbordados, solemos adoptar un modo de respuesta poco eficaz y reactivo. Lejos de reflexionar mínimamente sobre las circunstancias que se nos vienen encima, nos limitamos a responder automáticamente y a sumergirnos de lleno en un mar de problemas que se agravan con el paso del tiempo. Por ello, el entrenamiento en resolución de problemas, de manera eficaz y proactiva se convierte en una de las estrategias más eficaces de cara a la prevención, en un primer momento, o alivio de la sintomatología asociada al "burnout", posteriormente.
Es altamente frecuente la carencia de asertividad en las respuestas que las víctimas de este síndrome desarrollan ante los eventos cotidianos. Si no aprendemos a decir lo que realmente sentimos, sin complejos ni tapujos y, por supuesto, con prudencia y respeto, llegará un momento en que todo lo que hagamos será por imposición externa. Nos convertiremos en meros monigotes cuyos brazos se mueven indolentemente por la voluntad de otras personas.
También es necesario entrenarse en el desarrollo de habilidades para manejar el tiempo. Una concepción taylorista, que únicamente rinda culto al dios "Mercado" y a una de sus deidades asociadas, la "Productividad" , quedará enmarcada dentro de una ética del trabajo esclavizante. Ello nos llevará a clasificar y optimizar cada fracción temporal de nuestra jornada en aras de optimizar los beneficios; aunque ello suponga una alienación y desgaste inhumanos de los trabajadores.
Con objeto de sacarle un mejor partido al tiempo del que disponemos y evitar que las circunstancias sobrevenidas nos desborden, sería interesante planificar con suficiente antelación las actividades previstas, aprovechar todos esos momentos aparentemente "inútiles" que nos generan frustración y agobio, saber vivir el tiempo de ocio del que disponemos y, lo más importante, "ocuparse" y centrarnos en lo que se está haciendo en cada momento. Con esto último evitaremos dispersar la atención y agobiarnos por cosas que no está en nuestra mano solucionar de inmediato mientras que, por el contrario, desatendemos aquello que debería ser apropiadamente tratado.
Es preciso que se consiga un distanciamiento mental del trabajo con relación al tiempo libre. A veces, demasiadas, no llegamos a "cargar las pilas" fuera del horario laboral porque nos llevamos los problemas e, incluso, el trabajo a casa. Nuestro organismo necesita compensar los períodos de estrés y tensión con otros de recuperación. Un "pico" en el volumen de trabajo no es especialmente dañino; nos podemos recuperar con relativa facilidad de la fatiga acumulada durante ese esfuerzo extra. No obstante, períodos ininterrumpidos de preocupaciones y trabajos "para casa" terminan por socavar la energía del más dispuesto.
La implicación con el trabajo debe ser ponderada y acorde con los objetivos reales que se marquen. De poco sirven objetivos imposibles, fruto de un entusiasmo irresponsable si, a la larga, no somos capaces de conseguir ni la cuarta parte de lo que pretendíamos. Confiemos y luchemos, a un tiempo, para mejorar entre todos algo que afecta a la globalidad del sistema. Sólo así podremos salir adelante con alguna garantía de éxito.
Rabindranath Tagore, poeta y filósofo bengalí, nos dejó esta máxima que transcribo a continuación. ¿Por qué no reflexionar un poco sobre este tema...?
“El descanso pertenece al trabajo como los párpados a los ojos”
3 comentarios:
¡uf! al fin un pco de luz al final del tunel. Pensar que las administraciones públicas van a hacer algo "por las buenas" (sin ninguna medida de presión), es tener demsiada buena fé. Por otra parte el sector de la educación no es el único afectado, sino en general, todos aquellos que tengan que ver con personas y entidades públicas. Parece ser que a las estructuras sociales lo que menos le interesa son precisamente las personas. A vista de lo anteriormente expuesto y confiando, sin embargo, en el cambio, lam solución esta siempre en el mismo lado de la cuerda: el de las personas. Personas ocupadas en educación, sanidad, organismo sociales e incluso nuestros queridos funcionarios. El cambio es posible desde cada persona, concentrada en cada labor, en cada momento, desde una ventanilla, un gabinete, un despacho, una clase, un bufete, consciente de lo que tiene en frente son PERSONAS, a las que puede -y debe- ayudar. Esto por supuesto ha de venir en las dos direcciones, de un lado y otro de la mesa, el cliente, el paciente, el alumno, el padre también debe considerar que al que requiere es una PERSONA.
Otra cosa superimportante es desconectar del currro, por muy empaticos, motivados, responsables y comprometidos que estemos, es necesario dividir el tiempo y tomarnos el nuestro, sino las estructuras fundamentales de la sociedad, es decir, las familias, se van a acabar de desestabilizar del todo, por no hablar del individuo como tal.
En fin, la teoría es fantástica, el problema es el de siempre ¿quién no se deja llevar por la inercia?
Me parece un interesntísimo análisis de la mal llamada Educación (creo que se confunde con ENSEÑANZA). Querido +juantobe1, puedes datos sobre la investigación que estamos llevando a cabo en www.insoc-20.org
¡GRACIAS Y BESAZOS DE MUCHOS E ILUSIONANTES COLORES!
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