A duras penas y con mucho esfuerzo, casi sacada con forceps, logró pronunciar aquella palabra prohibida. La había guardado en lo más profundo de su ser porque le aterraba intuir que aquel sencillo nombre, maltratado y vilipendiado injustamente durante muchos años, pudiese encajar con su identidad más íntima, con lo que anhelaba más allá de lo que era capaz de reconocer en esos momentos.
El tapón, materializado en forma de dolor físico, en el centro de su pecho, le impedía respirar libremente. Todas las facetas de su vida y personalidad estaban siendo aniquiladas por ese bloqueo injusto e irracional, como comenzaba a entender ahora. Comprendió, de una vez por todas, que sus intentos vanos por forjarse un arquetipo acorde con las expectativas de su entorno y de los demás habían sido infructuosos y la estaban matando lenta y dolorosamente.
La palabra dolió al salir, arañando las capas más suaves de su garganta hasta impedirle pronunciarla. La quemazón era insoportable. Poco a poco, lentamente, aprendió a pronunciarla suavemente, despacio, sin prisas.... acariciándola con sus labios... y entendió que todo comenzaba a fluir nuevamente. Tranquilamente, en esos espacios íntimos que ahora se reservaba para sí misma, comenzó a recitar su mantra. Había comenzado a quererse a sí misma y sólo así podía comenzar a querer a los demás...
Blanco y Negro.
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