Sí, ya sé que el titulo de esta entrada puede generarles desazón y aturdimiento neuronal, pero es como les acabo de resumir en titulares: el jefe está "pa matarlo", esto es, fatal. Creo recordar que a lo largo de las páginas de este diario he trazado varias pinceladas psicológicas de nuestro amado, y nunca bien ponderado, Director. Cándido, recordarán, el hijo de Don José. Que está fatal lo sabemos todos los que pululamos por la empresa; no es algo nuevo. Resulta que el "psicópata", otro entrañable y truculento personaje que se ha colado en estas sufridas páginas, le ha recomendado que contrate a un amigo suyo para que incorpore a su identidad, la de Cándido, una serie de elementos imprescindible para el buen ejercicio del liderazgo corporativo. Aparte de incorporar, el coach, varios miles de euros a su cuenta corriente, el grupo de canallas mafiosos de la empresa entre los que me incluyo tiene dudas más que razonables de que el tarugo de Cándido vaya a sacar algún partido a las directrices, sin duda profesionales y bien pertrechadas, que le inculque en su túrbida, menesterosa y escasamente trabajada mente el profesional del coaching.
Vayamos por partes, como siempre. Anamnesis, que hubiese dicho mi terapeuta a este respecto. Intentaré profundizar un poco en la situación basal, de partida, en la que se encuentra el Director. No hay que ser un profesional del psicodiagnóstico para apreciar que tiene dos o tres cables "pelaos", como mínimo. SIn recurrir, dado que soy neófito en la materia, a un léxico de corte especializado, les contaré en "román paladino" algo más de la persona de este sujeto. El pobre hombre está todo el día intentando llamar la atención. Como no tiene ni una pizca de gracia, cuando pretende hacer un chiste todos lo evitamos. No lleva bien eso de relacionarse con el pueblo llano ya que, desde que delegó soberaría absoluta sobre el Administrador, prácticamente no sale de su despacho. Ni para mear siquiera porque, habrán imaginado, tiene un cómodo aseo de uso privado; las prebendas del poder, ni más ni menos. Intenta, como les digo, ser el centro de todas las miradas y últimamente no para de invitar a cafés a los empleados; a escondidas del "psicópata", claro está, que le tiene absolutamente prohibido ese tipo de acercamientos íntimos y le dice que intimar con los subordinados es algo que está absolutamente contraindicado para que pueda ejercer dignamente la situación de prevalencia que ostenta como jefe máximo de la empresa. Vaya pamplina y estupidez. Su padre, Don José, era un hombre absolutamente campechano. No tenía que forzar ninguna respuesta estereotipada ya que respondía con naturalidad a todo tipo de interacciones. No debemos de olvidar que conocía personalmente vida y milagros de sus empleados. Ello facilitaba, sin lugar a dudas, unas relaciones humanas fluidas y cómodas. Si le tenía que decir algo a alguien, se lo decía y punto. Eran otros tiempos...
Con relación a las invitaciones cafeteras de Cándido, el otro día estábamos Manolo y yo desayunando en el bar de costumbre cuando lo encontramos en la barra -nos saludó efusivamente, eso sí- charlando con dos compañeros de trabajo. Sin ánimo de cotillear, escuchamos a "vuela pluma" algo de la conversación. Sonrojados y sintiendo algo de vergüenza ajena, pedimos lo nuestro y nos sentamos en una de las mesas disponibles. Lo curioso es que, de lo poco que pillamos a oír, pudimos darnos cuenta que estaba contándoles a dos (casi) perfectos desconocidos lo mal que lo había pasado en su infancia con su familia y conocidos. Según él, había sido rechazado por su entorno y su familia y, consecuentemente, necesitaba en estos momentos -tiempo había tardado el colega en percatarse del desafecto histórico hacia su persona- que la gente de su entorno le alentara y mostrara su aprecio. Ambos dos, los trabajadores, nos miraron de reojo al tiempo que esbozaban una ingrávida y farisea sonrisa que pudiera justificar el "peaso" de tostada de jamón serrano ibérico (del "bueno") que se iban a hincar a costa del espléndido benefactor.
Manolo y yo nos quedamos mirando pasmados. Pues sí que llevaba una temporada raro Cándido. Sin haber sido nunca el alma de la fiesta, se le veía desesperado últimamente por agradar a todo el mundo. Su actitud y comportamiento eran tan artificiales y adulterados que no resultaban creíbles. La gente se miraba extrañada cuando veía esas "performances", pero "entraba al trapo" y le seguía el juego porque preferían a un jefe dicharachero y amigo de la jarana, aunque más artificial que una muñeca de trapo, que a un patrón enojado que les hiciera la vida imposible. Sencillamente, permutaban agrado fingido e hipócrita por una confortable paz social. Manolo me comentó, porque lo conocía algo mejor que yo, que Cándido tenía un autoconcepto y autoestima bastante deteriorados. Más tarde tuvo la amabilidad de explicarme la diferencia entre ambos conceptos porque yo creía, a fuerza de ser sincero, que se referían a lo mismo. Si vuelvo algún día con Pepa, mi terapeuta, me anotaré preguntarle por la diferencia entre ambos. Pero no quiero divagar en torno a esa nimiedad. Siguió comentando Manolo con relación al Director. Parece ser que vivía en permanente conflicto interior y estaba "más solo que la una". No se refería exclusivamente al ámbito laboral. Ese aislamiento prácticamente total y ese destierro le llevaban a intentar compensarlo desesperadamente con la búsqueda dislocada de una posición social que, por mucho que se empeñara, no ocupaba por sí mismo ni por sus méritos. El eterno debate entre "auctoritas" y "potestas" con el que todos estamos familiarizados. Este vez sí, sabía de qué iba el tema. Últimamente me había aficionado a la lectura de un blog que me recomendaron y recuerdo que trataron ese tema en uno de los artículos o post. Me gustó bastante y me resultó de mucha utilidad. Por cierto, el bloguero o blogger -como se diga- al que le envié un e.mail me atendió muy amablemente cuando le dije que estaba escribiendo algunas cosas y que me aconsejara para ver cómo podía darle salida y, eventualmente, conseguir que pudiesen publicar algo si les parecía de interés. Igual le mando algunos fragmentos del diario que estoy escribiendo, a ver si me lo publica... ya veré.
Es curioso, prosiguió mi buen amigo hablando de Cándido, porque antes no solía escuchar a nadie, ya que siempre había sido bastante autosuficiente. Imaginamos que para él suponía un enorme sufrimiento admitir el hecho de que cualquier otro podía saber algo más que él. Lo que no sé es cómo se las ha arreglado el Administrador, nuestro querido "psicópata", para penetrar tan profundamente en la psique del Director. Habrá que estudiarlo con cierto detenimiento, porque explicación racional que digamos, no tiene. En este sentido, coincidía con Manolo. El Administrador era un manipulador nato y había sido capaz de abducir hasta el tuétano al infeliz de nuestro Director.
Manolo y yo nos quedamos mirando pasmados. Pues sí que llevaba una temporada raro Cándido. Sin haber sido nunca el alma de la fiesta, se le veía desesperado últimamente por agradar a todo el mundo. Su actitud y comportamiento eran tan artificiales y adulterados que no resultaban creíbles. La gente se miraba extrañada cuando veía esas "performances", pero "entraba al trapo" y le seguía el juego porque preferían a un jefe dicharachero y amigo de la jarana, aunque más artificial que una muñeca de trapo, que a un patrón enojado que les hiciera la vida imposible. Sencillamente, permutaban agrado fingido e hipócrita por una confortable paz social. Manolo me comentó, porque lo conocía algo mejor que yo, que Cándido tenía un autoconcepto y autoestima bastante deteriorados. Más tarde tuvo la amabilidad de explicarme la diferencia entre ambos conceptos porque yo creía, a fuerza de ser sincero, que se referían a lo mismo. Si vuelvo algún día con Pepa, mi terapeuta, me anotaré preguntarle por la diferencia entre ambos. Pero no quiero divagar en torno a esa nimiedad. Siguió comentando Manolo con relación al Director. Parece ser que vivía en permanente conflicto interior y estaba "más solo que la una". No se refería exclusivamente al ámbito laboral. Ese aislamiento prácticamente total y ese destierro le llevaban a intentar compensarlo desesperadamente con la búsqueda dislocada de una posición social que, por mucho que se empeñara, no ocupaba por sí mismo ni por sus méritos. El eterno debate entre "auctoritas" y "potestas" con el que todos estamos familiarizados. Este vez sí, sabía de qué iba el tema. Últimamente me había aficionado a la lectura de un blog que me recomendaron y recuerdo que trataron ese tema en uno de los artículos o post. Me gustó bastante y me resultó de mucha utilidad. Por cierto, el bloguero o blogger -como se diga- al que le envié un e.mail me atendió muy amablemente cuando le dije que estaba escribiendo algunas cosas y que me aconsejara para ver cómo podía darle salida y, eventualmente, conseguir que pudiesen publicar algo si les parecía de interés. Igual le mando algunos fragmentos del diario que estoy escribiendo, a ver si me lo publica... ya veré.
Es curioso, prosiguió mi buen amigo hablando de Cándido, porque antes no solía escuchar a nadie, ya que siempre había sido bastante autosuficiente. Imaginamos que para él suponía un enorme sufrimiento admitir el hecho de que cualquier otro podía saber algo más que él. Lo que no sé es cómo se las ha arreglado el Administrador, nuestro querido "psicópata", para penetrar tan profundamente en la psique del Director. Habrá que estudiarlo con cierto detenimiento, porque explicación racional que digamos, no tiene. En este sentido, coincidía con Manolo. El Administrador era un manipulador nato y había sido capaz de abducir hasta el tuétano al infeliz de nuestro Director.
Otro de los rasgos, ya puestos a analizar, que más nos llamaban la atención de Cándido era su afán desmedido por hacer las cosas perfectamente. Lo habíamos visto colérico en más de una ocasión por alguna nimiedad relacionada con los documentos que le pasaba su secretaria. Era ridículo que montara ese pollo por algo tan simple, pero la pobre chica lo había pasado mal más de una vez por algún despiste ortográfico o de edición. Creemos que rozaba el disparate pero es posible que Cándido temiese que si no hacía las cosas perfectamente, el poco afecto o respeto que le tenían desapareciese como por ensalmo y fuese el hazmerreír de todo el mundo.
Podrán apreciar que el retrato bosquejado hasta el momento de nuestro amado Director es casi fantasmagórico y digno de un museo viviente de los horrores. De no ser por el amplio abanico de responsabilidades que tenía a sus espaldas, su comportamiento neurótico habría pasado mucho más desapercibido. El problema era y es que se encontraba en una posición en la que debía tomar determinadas decisiones y estaba expuesto a los naturales errores o contratiempos que conlleva la gestión diaria. Al parecer, ni la vida ni su genética le habían preparado para ello. A decir verdad, en el fondo inspiraba mucha pena; el hombre lo tenía que estar pasando muy mal. Posiblemente, apuntó Manolo, un psicoanalista podría analizar ese perfil psicológico apelando a sus raíces, en la infancia del sujeto. Podríamos hablar de experiencias y traumas que no habían sido adecuadamente resueltos y que han llevado al sujeto a desarrollar y dejar petrificados o acartonados en su fuero psicológico interno una serie de conflictos que lo han marcado a fuego y que le influye negativamente en todos los planos de su existencia y, a mayor abundamiento, en la manera de ser, sentir, actuar y, en definitiva, vivir.
Tras esta reflexión cafetera y por muy mal que nos cayera este hombre, no nos apetecía hacer leña del árbol caído. Imaginábamos, y seguramente habíamos acertado, que la preocupación visceral, la inseguridad y la angustia con la que sobrellevaba sus días Cándido era algo absolutamente agotador. Tanto daba que hiciera algo o que lo dejara de hacer. Al final, sus problemas no desaparecían por mucho que lo intentara. Como, además, no era raro el día que el pobre hombre exhibía algún síntoma físico preocupante, ello nos llevó a intentar aparcar el tema ya que, de verdad, entendíamos que necesitaba francamente ayuda profesional. Los mercenarios cafeteros poco podrían contribuir a intentar comprender y solucionar sus problemas personales.
Esperaríamos acontecimientos y, a buen seguro, alguien que le asesorase sobre las funciones directivas le vendría francamente bien. Por tanto, la presencia del Coach profesional no eran algo de lo que cachondearse o mofarse sino una oportunidad para que la persona de Cándido recuperase, al menos, un poco de estabilidad y no sucumbir a las múltiples tareas y afanes sobre las que tenía responsabilidad, con independencia de que el Administrador, pelota redomado, estuviese siempre sobrevolando sobre su despacho para marcarle sus, las del "psicópata", directrices de mando. Veremos a ver en qué queda todo esto.
"Los rasgos de personalidad y su influencia en el ejercicio del liderazgo; un nuevo episodio."
Podrán apreciar que el retrato bosquejado hasta el momento de nuestro amado Director es casi fantasmagórico y digno de un museo viviente de los horrores. De no ser por el amplio abanico de responsabilidades que tenía a sus espaldas, su comportamiento neurótico habría pasado mucho más desapercibido. El problema era y es que se encontraba en una posición en la que debía tomar determinadas decisiones y estaba expuesto a los naturales errores o contratiempos que conlleva la gestión diaria. Al parecer, ni la vida ni su genética le habían preparado para ello. A decir verdad, en el fondo inspiraba mucha pena; el hombre lo tenía que estar pasando muy mal. Posiblemente, apuntó Manolo, un psicoanalista podría analizar ese perfil psicológico apelando a sus raíces, en la infancia del sujeto. Podríamos hablar de experiencias y traumas que no habían sido adecuadamente resueltos y que han llevado al sujeto a desarrollar y dejar petrificados o acartonados en su fuero psicológico interno una serie de conflictos que lo han marcado a fuego y que le influye negativamente en todos los planos de su existencia y, a mayor abundamiento, en la manera de ser, sentir, actuar y, en definitiva, vivir.
Tras esta reflexión cafetera y por muy mal que nos cayera este hombre, no nos apetecía hacer leña del árbol caído. Imaginábamos, y seguramente habíamos acertado, que la preocupación visceral, la inseguridad y la angustia con la que sobrellevaba sus días Cándido era algo absolutamente agotador. Tanto daba que hiciera algo o que lo dejara de hacer. Al final, sus problemas no desaparecían por mucho que lo intentara. Como, además, no era raro el día que el pobre hombre exhibía algún síntoma físico preocupante, ello nos llevó a intentar aparcar el tema ya que, de verdad, entendíamos que necesitaba francamente ayuda profesional. Los mercenarios cafeteros poco podrían contribuir a intentar comprender y solucionar sus problemas personales.
Esperaríamos acontecimientos y, a buen seguro, alguien que le asesorase sobre las funciones directivas le vendría francamente bien. Por tanto, la presencia del Coach profesional no eran algo de lo que cachondearse o mofarse sino una oportunidad para que la persona de Cándido recuperase, al menos, un poco de estabilidad y no sucumbir a las múltiples tareas y afanes sobre las que tenía responsabilidad, con independencia de que el Administrador, pelota redomado, estuviese siempre sobrevolando sobre su despacho para marcarle sus, las del "psicópata", directrices de mando. Veremos a ver en qué queda todo esto.
"Los rasgos de personalidad y su influencia en el ejercicio del liderazgo; un nuevo episodio."
@WilliamBasker
3 comentarios:
¡Qué interesantes y nutritivos me parecen tus pensamientos y las reflexiones de Manolo!
Creo que también leo al boguero o bloguer ese al que sigues, un “storyteller”, está catalogado como peligroso para el pensamiento, no le hagas mucho caso; yo he recaído y he vuelto a terapia con Pepa.
Curioso lo que apuntas del “eterno debate entre auctoritas y potestas”. Te aportaré una reflexión personal que le envié al contador de historias sobre su artículo “Auctoritas et potestas... de Adriano a nuestros días.”
“Es cierto que el estilo directivo de nuestros líderes debería estar basado en una dimensión auctoritas-potestas, buscando el equilibrio dependiendo de la situación, el momento, las necesidades, etc. Nuestro panorama dista bastante de la política romana. Adriano -excelente cita- emanaba del concepto auctoritas, presentaba el conocimiento (político, hombre de armas y de letras) y la capacidad moral para cuestionar, delegar y reconocer el trabajo de sus suboficiales, se nutria del pueblo para formarse opiniones... Liderar de forma Auctoritas conlleva inexorablemente una filosofía personal, una forma de ser basada en el conocimiento, la reflexión continua y la búsqueda de beneficios en aras del colectivo. Así, y de esta forma, se vincula al término "Venerable" que equivale a respetable, digno de estima y honor. Por ello, las personas que estén a cargo de este líder deben tener el conocimiento de que su voluntad es lo mejor para ellos y para los fines por lo que trabajan. De este modo se creará la sinergia necesaria para elevar la motivación y productividad laboral de ciertos entornos corporativos, porque no olvidemos que es una legitimación social que proviene de la valía”.
¿Crees que el coach logrará acercar a Cándido a esta visión? ¿Con el psicópata, qué hacemos?
Me encanta leerte, no lo dejes.
Saludos.
Liderazgo dificil cuestión, quienes en nuestra vida, hemos tenido alguna responsabilidad sabemos cuan difícil es. Y sin duda la personalidad es un factor importante, moldeable que necesita tener mucho más como yo l9 entiendo por mi experiencia de inteligencia emocional y gestión de equiposbque del tan famofamoso y extendido ahora Coach.. me gusta tu reflexión Buen dia amigo J7an :))
Hola, Maríjose. Completamente de acuerdo contigo. Difícil pero interesantísima cuestión. Por experiencia, como sufriente, sufridor y, posiblemente, "perpetrador", ejje, sé que supone una experiencia maravillosa poder coordinar personas y proyectos. Ello exige muchas cualidades y gran capacidad de adaptación, qué te voy a contar. Me alegra que te haya gustado esta reflexión novelada en forma de Diario de Ramón. Buen día, para ti también. :-))
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