05 febrero 2015

Diario de un perfecto imbécil (12): Y ahora, qué hacemos?...



Desconsolado me hallo. Sí, parezco un poco novelero, pero les voy a contar el motivo de mi pesar. Mi atribulado estado anímico, mi postración espiritual se debe, nada menos, a que mi querida terapeuta me ha dado el alta. Ella dice que es provisional, pero yo no acabo de fiarme. Sé que parece increíble, pero estarán tan sorprendidos como yo mismo. Es lo que tengo que contarles en este momento. Es más, si me apuran, de seguir a pies juntillas sus últimas indicaciones, ni tan siquiera tendría que estar redactando estas lacrimógenas líneas. Intentaré explicarme con detalle en éste, mi imponderable y apreciado compañero de viaje, mi diario.

El caso es que Pepa considera que mi evolución psicológica, especialmente mi desbordante y conocida reactividad, ha retornado a predios más mesurados que los que me llevaron a su consulta. Se basa, les cuento, en la lectura de este instrumento terapéutico -registro de incidentes críticos o, vulgo, diario- y en las sesiones que hemos ido desarrollando a lo largo de los últimos meses. Al parecer, mis esquemas cognitivos -los reactivos, los verdaderamente exasperantes y jodidos- se están reestructurando a medida que pasan los días y que reflexiono sobre todos y cada uno de mis actos, acciones y pensamientos.

Algo de razón tiene, para qué negarlo. La verdad es que últimamente no he agredido, insultado, escupido ni tan siquiera increpado o mirado torvamente a nadie que me hubiese provocado con su actitud o negligencia manifiesta. Ella dice que no se han producido recidivas, lo que quiera que sea. Les aseguro que he tenido oportunidades para ello. Atribuir esa renovada conducta prosocial a la magnificencia de la terapia seguida es una posibilidad real, por supuesto, pero no la única explicación posible del éxito obtenido en este campo. Al menos, eso pienso. Me refiero a que, sin restar mérito a la sapiencia de Pepa, el mero instinto de supervivencia social ha regulado progresivamente mi enervante ímpetu reactivo. En román paladino, que no puedo pasarme el día cogiendo por el pescuezo a tanto garrulo con el que me cruzo en el devenir de los días. Por tanto, creo que se habrá producido una interacción altamente productiva entre la terapia y, algo de mérito tendré, mi propia y autóctona capacidad para evitar meter la pata más de lo razonable y enfangarme hasta las trancas en cada paso que dé.

En la última sesión terapéutica estuvimos hablando que, en muchos aspectos, mi novísima manera de ver y afrontar las cosas -el cambio de enfoque de mi lente perceptiva, afirmó Pepa- me estaba permitiendo reconstruir todos aquellos esquemas y pensamientos que hacían de mí una bestia parda, un ser áspero y asocial. Ni que decir tiene que el primero en congratularse del cambio producido es el que esto escribe; no podría ser de otra manera. El problema residía, reside, en las paradógicas consecuencias de tal crecimiento y maduración personal. Sin anestesia alguna, sin suavizar el tremendo mazazo que se disponía a propinarme, la buena de Pepa me hizo saber que prácticamente estaba curado y que no era necesario seguir trabajando conmigo a partir de ahora. Se me cayó el alma al suelo, por no mencionar otra parte más sensible e innoble -según se mire- de mi anatomía que solía usar en mi anterior etapa evolutiva para expresar mi estado de estupor catatónico.

- ¿Pero cómo vas a darme el alta?... le dije.
- Ramón, me comentó, tienes que comenzar a caminar por ti mismo, sin la ayuda o sostén de ninguna prótesis terapéutica que termine esclavizándote a un nuevo icono o elemento mágico y se convierta en un exoesqueleto intangible pero artificial y ajeno a tu "yo-más-íntimo". Boquiabierto me quedé tras la parrafada y no pude más que asentir con un esbozo de sonrisa aborregada ante tan inmisericorde diagnóstico, prescripción o valoración clínica de la perita en la materia.
Eso no quita, pretendió arreglarlo la buena señora, que quiera verte dentro de algunos meses; más que nada para valorar tu evolución y ponderar la existencia de cualquier recaída. Por supuesto, si te encuentras mucho peor o retomas tu actitud reactiva y beligerante ante tus convecinos, puedes llamarte cuando quieras para que nos veamos y retomemos el trabajo.
Los altibajos y mesetas, prosiguió poniéndome el cuerpo malo, serán absolutamente normales y asumibles por ti mismo. Tienes que aprender a gestionar tus propios conflictos. Todo lo que hemos trabajado durante estos meses te será de gran utilidad para recuperar la confianza y los bajones anímicos que, a buen seguro, te van a sobrevenir. Te has convertido en dueño y señor, por derecho propio, de tu destino. Te entrego, metafóricamente hablando, las llaves que abren la cerca de una finca para que la pongas a producir y deje de ser el páramo desportillado que venía siendo hasta antes de conocernos. 

Ante tal profusión de metáforas, imágenes y simbología agropecuaria me quedé fuera de juego. No obstante, reaccioné como pude y le pregunté con naturalidad y desparpajo.

- Pepa, vamos a ver, ¿entonces ya no tengo que venir más?
- Por ahora no, fue su críptica y sucinta respuesta.
- Y, agárrate que vienen curvas, sobre el tema del diario terapéutico que me había impuesto para trabajar mi mente y reflexionar me atreví a comentarle: ¿sigo con él?
- Pues tú mismo, Ramón. No me parece mala idea que continúes con su redacción, pero como algo tuyo, para tu propio consumo íntimo. Dado que vamos a dejar de vernos durante algún tiempo, no es estrictamente necesario que continúes con su redacción. Lo dejo, culminó, a tu libre albedrío y voluntad.

Aquí me tienen, como imaginarán, atribulado por la inconmensurable duda metódica. ¿Escribir o no hacerlo?... -parafraseando al inmortal Hamlet-, ahí estriba la cuestión. Me doy cuenta, a todo esto, que por la vía de los hechos consumados estoy tomando una decisión al respecto, en tanto en cuanto las líneas que me encuento redactando en estos momentos son trazadas varios días después de la última sesión terapéutica que les acabo de referir.

A decir verdad, aunque la escritura recreativa no constituía una actividad habitual en mí, ni tan siquiera como pasatiempo ocasional, ha llegado a conformarse como una parte consustancial de mi ser. No sé a ciencia cierta si pueden llegar a entenderme; intentaré explicarme y ser más diáfano. Obedeciendo, en un primer momento, a una imposición digamos que terapéutica, un instrumento para recoger información, procesarla y sazonarla con mi particular gracejo, ha llegado a convertirse en algo de lo que no puedo prescindir. Algo, por decirlo de alguna manera esclarecedora, más fisiológico y animal que literario y cultural. Escribo, por abreviar una historia larga -que dicen los americanos-, porque lo necesito, y punto. El monazo, síndrome de abstinencia, que me sobreviene si pasa más de un día sin coger el bolígrafo -sí, me gusta sentir el papel crugiendo a medida que mancillo su blanca superficie- me entra un desasosiego que no consigo aplacar ni tan siquiera con la lectura, que me apasiona, ni con otros menesteres lúdicos del más diverso y variopinto carácter. Tengo la impresión que me estoy convirtiendo, si no lo estoy ya, en un adicto a esta deliciosa y apasionante droga. Por tanto, como podrán colegir por lo apuntado hasta el momento, dudo mucho que sea capaz de prescindir de esta actividad creativa; me la prescriba o no la terapeuta.

En cualquier caso, iremos viendo poco a poco qué ocurre. Por lo pronto, cierro esta entrada de mi diario satisfecho por lo conseguido hasta el momento y esperanzado por el devenir. Me voy a comprar un cuaderno nuevo. Éste se me está acabando y creo que la nueva etapa de creación literaria que se avecina merece el desembolso.

Seguimos...


"Momentos de incertidumbre sobrevienen a nuestro querido amigo Ramón; esperemos acontecimientos..."
                                                  @WilliamBasker

1 comentario:

Unknown dijo...

Hola, Ramón.

Lo primero decirte que me alegro muchísimo por tu recuperación. Aunque tú no lo sepas, alguno de tus lectores (entre los que me encuentro) aunque dejaras de escribir, te vamos a esperar hasta que decidas si haces públicas o no tus aventuras en el diario. Hombre, me veo en la obligación de decirte que pienses en todos aquellos que todavía vamos haciendo el bruto por la vida, en todos esos que necesitamos de tus experiencias para tener un guía espiritual que vaya dos o tres pasos por delante y que pueda aconsejarnos o simplemente aprender con su camino andado.

Creo que tu cuaderno nuevo debería ser compartirlo con tus seguidores, siendo esto, un deseo egoísta de un “yonki” que se queda con síndrome de abstinencia hasta ver si te decides o no. Hazlo, chato y avisa pronto porque puede que me quede sin uñas en las manos y se me apuras sin la de los pies. Tu diario se ha colado entre mis rutinas diarias y todos tus compañeros, incluidos el Dúo Pimpinela y el Trío Calavera, me acompañan allá por donde voy. Viven conmigo de un tiempo a esta parte.

Me alegro también por tu estado “enganchado” a la escritura. A veces (no sé si decir “normalmente”) si pierdes el norte, siempre acabas por encontrar algo que te orienta sacando lo mejor de ti mismo.
Sólo hace falta perder una mano para darte cuenta que con la otra puedes hacer el doble de cosas que hacías cuando tenías las dos. Con esto último quiero decirte que consideres la opción de escribir un libro. Eres un magnífico escritor y yo te veo, en breve, en una tienda de esas de muchas plantas con escaleras mecánicas firmando libros a todos tus seguidores.

En fin, Ramón; te copio la Desiderata de Max Ehrmann. Me apetecía compartirla contigo, aunque seguro que la conoces. A mí me acompaña desde que tenía 14 años, siempre estuvo pegada detrás de la puerta de mi armario y la leía cada mañana soñando con un mundo mejor. Espero que tu nuevo "yo" disfrute de un mundo más feliz y lo compartas.

¡Espero seguir leyéndote! ¡Cuídate!

Un abrazo.

"Camina plácido entre el ruido y la prisa,
y recuerda que la paz puede hallarse en el silencio.
Siempre que te sea posible y sin rendirte, mantén buenas relaciones con todas las personas.
Expresa tu verdad de una manera serena y clara,
y escucha a los demás,
incluso al torpe e ignorante,
también ellos tienen su propia historia.
Evita a las personas ruidosas y agresivas,
ya que son un fastidio para el espíritu.
Si te comparas con los demás,
te volverás vano y amargado
pues siempre habrá personas más grandes y más pequeñas que tú.
Disfruta de tus éxitos, lo mismo que de tus planes.
Mantén el interés en tu propia carrera,
por humilde que sea,
ella es un verdadero tesoro en el continuo cambiar de los tiempos.
Sé cauto en tus negocios,
pues el mundo está lleno de trampas.
Pero no permitas que eso te ciegue para ver la virtud que existe,
hay muchas personas que se esfuerzan por alcanzar nobles ideales,
la vida está llena de heroísmo.
Sé sincero contigo mismo,
en especial no finjas el afecto.
Tampoco seas cínico en el amor,
pues en medio de todas las arideces y desengaños,
el amor es perenne como la hierba.
Acata dócilmente el consejo de los años,
renunciando con elegancia a las cosas de la juventud.
Cultiva la firmeza del espíritu para que te proteja en las adversidades repentinas,
y no te confundas con las fantasías. Muchos temores nacen de la fatiga y la soledad.
Bajo una sana disciplina, sé justo contigo mismo.
Eres una criatura del universo,
no menos que los árboles y las estrellas.
Tienes derecho a existir,
y te resulte claro o no,
indudablemente el universo marcha como debiera.
Por lo tanto, mantente en paz con Dios,
cualquiera que sea tu idea de él,
y cualquiera que sean tus trabajos y aspiraciones.
Mantén la paz en tu alma en la ruidosa confusión de la vida.
Aún con todas sus farsas, penalidades y sus sueños rotos,
el mundo es todavía hermoso.

Sé alegre y esfuérzate por ser feliz”.

El tigre herido...