10 enero 2015

CSI, Sun Tzu y el liderazgo en las organizaciones (3ª parte)




Tras el interesante análisis que hicimos en torno a las palabras de Adriano, a partir del fragmento que nos leyó nuestro amigo Paco, nos habíamos juramentado  a cumplir el firme propósito de retomar al maestro Sun Tzu. Por tanto, sin mayor dilación, dimos la palabra a César, que tenía intención de leernos un texto entresacado del famoso "El arte de la guerra" que ya tenía entre sus manos. Luego, indicó, nos aclararía el motivo de su elección.

"No actúe si no es en interés del Estado. Cuando no esté seguro del éxito, no utilice las tropas. Si no se halla en peligro, no libre una batalla. Un soberano no debe acometer una guerra simplemente por ira, ni un general debe combatir sólo por resentimiento. Adopte una acción si le resulta ventajosa; prescinda de obrar si no lo es. Un hombre airado es capaz de recobrar su buen talante, del mismo modo que un individuo resentido puede sentirse de nuevo complacido, pero un Estado que perezca jamás conseguirá revivir, ni será posible devolver la vida a un hombre muerto. Por eso, con respecto a la cuestión de la guerra, el gobernante ilustrado se muestra prudente y el buen general rebosa cautela. Así se mantiene seguro el Estado e incólume el ejército."

He sacado este texto a colación, comentó César, porque quería comentarlo con vosotros y compartir una pequeña historia que un buen amigo me ha referido hace algunas semanas. Resulta que este amigo trabajaba codo con codo con una alta responsable de un departamento (perteneciente a la Administración). Tanto es así que Álvaro, así se llamaba ese amigo, había renunciado temporalmente a la comodidad del puesto que ocupaba como funcionario para ejercer el cargo de responsable de un importante área de gestión bajo el mando directo de la alta magistratura a la que hemos aludido. Su tarea no fue fácil. En ningún momento, exceptuando el primer casting donde fue captado para la causa, el talante de su jefa fue especialmente agradable. Además, mutaba con efervescente y orgásmica energía de la fase maníaca a la depresiva, todo ello dicho en términos de comportamiento directivo. El caso es que Álvaro, funcionario leal a la administración e incansable trabajador, le sacó muchísimas veces las castañas del fuego a su jefa ya que esta dedicaba la mayor parte del tiempo a labores absolutamente anodinas y de mercadotecnia; básicamente, su mayor afán consistía en la tarea de potenciar su imagen personal para generar un estatus mediático que no cohonestaba ni con su valía ni con su experiencia directiva.

Esa jefa maléfica, es lo menos que se puede decir de tal personaje, intentaba continuamente mantener a sus colaboradores en una posición de inestabilidad, hubiese o no motivos que justificaran dicha actitud. Algún inepto con el que se había aliado en los últimos tiempos, a buen seguro que le había recomendado esa primitiva y trasnochada técnica para evitar que los colaboradores se le plantaran ante su deplorable gestión directiva y cuestionasen su inexistente autoridad. El caso es que Álvaro soportó estoicamente durante cierto tiempo ese clima laboral, intentando soslayar lo evidente para sumergirse en la construcción del puesto laboral que le había sido encomendado. Afortunadamente, algún tiempo después se dieron las circunstancias favorables para que nuestro amigo, sin necesidad de dimitir o ser destituido, volviese a su puesto de origen. La jefa, hay que decir, intentó aguantarlo -esta vez la seductora posición que empleó nuevamente le era más que conocida a nuestro hombre y no incurrió en el error de aceptar un puesto diferente para seguir junto a ese personaje altamente tóxico- con objeto de seguir vampirizando las energías y autoridad de Álvaro. Tras despedirse agradeciendo el honor que suponía para él haber trabajado en dicho puesto, retornó a su trabajo anterior sin especiales problemas de adaptación. Era, no lo olvidemos, un profesional en su área de gestión y no tuvo que realizar especiales esfuerzos en retomar los asuntos de los que se ocupaba con anterioridad.

Hasta aquí, no habría más que contar. Cosas como esta que les acabamos de referir suceden cotidianamente. Lo particularmente curioso, dijo César, es la actitud vengativa de la jefa cuando ese colaborador abandonó su virulenta compañía. Posiblemente, su ego desmedido y la influencia nefasta de algún rasputín venido a más, la convencieron para que ejecutara, cuando le fuese posible, la venganza ante ese funcionario desleal (Álvaro) que había osado abandonarla para retornar a otros entornos laborales menos tóxicos y, además, parece ser que disfrutaba de su trabajo, aunque no hacía especial ostentación de ello. Todo esto era algo intolerable para los vampiros profesionales que ya habían marcado una muesca en su pistola dando a nuestro hombre por muerto, a niveles profesionales. 
Es altamente probable que la aprendiz de bruja -tenía todas las papeletas para llegar a serlo en un futuro, que conste- no conociese ni a Sun Tzu ni a otros estrategas del liderazgo ya que a su pueril temperamento y carácter añadía un desconocimiento brutal e incomprensible de la dirección y el liderazgo en el ámbito corporativo. Por tanto, no podía saber -dicho esto en su descargo- que la venganza desmedida y extemporánea que maquinó para rematar a su anterior colaborador era algo inútil y deshonroso; fundamentalmente para ella, que desconocía el uso del honor incluso en la guerra. Afortunadamente, el entorno donde recaló Álvaro pudo percatarse e interpretar esas oscuras maniobras y consiguió aislar o minimizar el daño sobre el honesto funcionario. Curiosamente, el único efecto tangible de tan deleznables movimientos rencorosos por parte de aquella pequeña jefa fue retratarla, aún más si cabe, ante sus colaboradores y subordinados que tuvieron claro, esta vez sí, hasta dónde era capaz de llegar en sus maquiavélicas maniobras conspirativas. Felizmente, Álvaro ha retomado el interés, evitando el daño colateral de su afortunada decisión y disfruta realizando su trabajo, que no es poco. Ese personaje nocivo no habría llegado, de haber vivido en la época de Sun Tzu, ni a tocar la corneta en el ejército del susodicho general.

César, enlazando con lo anterior, prosiguió citando a Sun Tzu:
"Si las órdenes son consecuentemente formuladas y los soldados supervisados con rigor, se mostrarán obedientes. Si las órdenes nunca se imponen, serán desobedientes. Y la aplicación fluida de las órdenes refleja una relación armoniosa entre el jefe y sus tropas."

He leído el fragmento anterior porque tiene relación con la pequeña historia que os acabo de contar. Álvaro me confesó que uno de los grandes problemas a los que tuvo que hacer frente era a la inexplicable carencia de órdenes e instrucciones razonables por parte de su jefa. Su excusa -cutre y rastrera, por cierto- era que si algo salía mal, la responsabilidad era de sus propios subordinados. Como era de preveer, cualquier cosa que saliese moderadamente bien era inmediatamente hurtada y mangoneada por ella, dedicándose a vender una gestión personal absolutamente inexistente. Este proceder, una y otra vez, acabó mermando las ilusiones del colaborador, aunque no fue el único en pasar por ese calvario corporativo. 
Durante el tiempo que permaneció en aquel empleo pudo ver que otros colaboradores y compañeros de fatigas, que se habían incorporado con anterioridad a su entrada en aquel departamento, fueron desfilando y quitándose de en medio por los mismos motivos. En sus conversaciones privadas con ellos, que las hubo, pudo darse cuenta de que la causa principal de su abandono estaba relacionada con esa actitud cruel, a la par que pueril, de alguien que se dedicaba a patrimonializar descaradamente el éxito del trabajo colectivo mientras que zahería sin complejo alguno cualquier evento que, con independencia de su causa, no le agradase o la pusiera en la amarga tesitura de tener que tomar alguna decisión comprometida. Paradojas de la vida, "cómo ser líder sin necesidad de liderar".

Por tanto, lo que Sun Tzu pregonaba para el ejército es absolutamente vital en cualquier contexto corporativo. Es imprescindible que las personas que ejercen el liderazgo, en cualquier ámbito, sean capaces de trasladar órdenes e instrucciones razonables y prudentes debiendo velar, sin que exista la menor duda a este respecto, por su efectivo cumplimiento. Sólo de esa forma, tan sencilla y difícil a un tiempo, se creará la cultura organizativa necesaria para que todos sepan dónde se encuentran y qué se espera de cada trabajador en cada momento. El problema reside, una vez más, en que la digitalocracia -valga el "palabro"- ha sustituido en muchos ámbitos laborales a la meritocracia. Por tanto, no es en absoluto improbable que personajes tan dantescos y dañinos como la pequeña jefa a la que hemos aludido en este artículo desarrollen una brillante y parasitaria carrera, administrativa o política, para deshonra de las magistraturas que tan holgadamente ocupan y desesperación de los administrados que sufren en silencio sus habituales desmanes.

"La venganza como instrumento que los necios utilizan en los entornos corporativos para satisfacer sus aniñados instintos de supervivencia."

@WilliamBasker



1 comentario:

Sotriva dijo...

Si el azar o el destino hubieran ubicado en la línea temporal a la pequeña jefa de Álvaro en el contexto oriental del S. IV AC, posiblemente, se hubiese iniciado una guerra. Una General que crea el desconcierto entre sus tropas, agotándolas, sembrando la incertidumbre… Inicia la batalla dentro de su propio ejército, lo que provocaría con el peso de sus acciones y el pasado del tiempo el alzamiento de una rebelión entre sus filas; de suerte que los soldados no se subleven en esa corporación.

“El mando ha de tener como cualidades: sabiduría, sinceridad, benevolencia, coraje y disciplina”.
(Sun Tzu. “El arte de la guerra”; Capítulo I. Sobre la Evaluación)


Como el hado o el sino han designado que la pequeña “Reina de Corazones” (podría ser… ¿por qué no?) viva en este marco temporal… y colocándome en la línea de reflexión de César, intentaré impregnar con el aura de Sun Tzu las reflexiones expuestas, desde mi humilde posición.

“Cuando hay entusiasmo, convicción, orden, organización, recursos, compromiso de los soldados, tienes la fuerza del ímpetu, y el tímido es valeroso. Así es posible asignar a los soldados por sus capacidades, habilidades y encomendarle deberes y responsabilidades adecuadas. El valiente puede luchar, el cuidadoso puede hacer de centinela y el inteligente puede estudiar, analizar y comunicar. Cada cual es útil”.
(Sun Tzu. “El arte de la guerra”; Capítulo V. Sobre la firmeza)


“Si se producen murmuraciones, faltas de disciplina y los soldados hablan mucho entre sí, quiere decir que se ha perdido la lealtad de la tropa.
Las murmuraciones describen la expresión de los verdaderos sentimientos; las faltas de disciplina indican problemas con los superiores. Cuando el mando ha perdido la lealtad de las tropas, los soldados se hablan con franqueza entre sí sobre los problemas con sus superiores”.
(Sun Tzu. “El arte de la guerra”; Capítulo IX. Sobre la distribución de los medios)


“Cuando las órdenes se dan de manera clara, sencilla y consecuente con las tropas, éstas las aceptan. Cuando las órdenes son confusas, contradictorias y cambiantes las tropas no la aceptan o no las entienden.
Cuando las órdenes son razonables, justas, sencillas, claras y consecuentes, existe una satisfacción recíproca entre el líder y el grupo”.
(Sun Tzu. “El arte de la guerra”; Capítulo IX. Sobre la distribución de los medios)


¡Hay que ver la de barbaridades que se decían en el siglo IV antes de nuestra era!

Desafortunadamente, pagamos un precio alto. La fuga desmedida de personas capacitadas dentro de las corporaciones, personas que presentan capacidad de gestionar, buen rendimiento y conocimiento…, personas como Álvaro, acaban buscando aire fuera porque el medio es demasiado tóxico -¡Enhorabuena, Álvaro!, te podrías haber asfixiado-. Esa fuga de capital intelectual tiene unas consecuencias nefastas, que se traducen en pobreza organizativa y una paupérrima gestión que pagamos todos.

Me ha gustado mucho el post. Gracias.

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