A veces vivimos sin prestar atención al presente, a esos pequeños detalles que desdeñamos por irrelevantes y que vamos acumulando en algún ajado jergón que reside en una oscura habitación de nuestra mente.
La comodidad, la vorágine de los acontecimientos, el ritmo vertiginoso y frenético de los días, la ausencia de tiempo y la multiplicidad de obligaciones son algunas de las muchas excusas con las que continuamente nos engañamos a nosotros mismos. Todo vale si evitamos dedicar unos minutos a cuidarnos y a cuidar lo que hacemos.
No son pocos los espíritus atormentados que, tras años o décadas guardando en el cajón miserias vitales, han asumido roles impuestos por el entorno o ellos mismos, en el ejercicio de una frenética huida hacia adelante, hallándose en el momento actual en algún inhóspito terreno, lejos de cualquier lugar y cerca de ninguna parte.
Salvando todas las dificultades de la vida y las complejas circunstancias personales de todos, no vendría mal dedicar un poco de nuestro tiempo, ese preciado e intangible tesoro, a cuidar esos detalles que nos recordaba magistralmente el Maestro Gandhi en esta frase que ha inspirado esta reflexión que os traigo.