21 julio 2025

VITAMINAS PARA NO MORIR (de estrés).

 

Crónicas cotidianas. 

 

 

Todo empezó con un bostezo. Uno tonto, sin épica ni poesía, de esos que te pillan en mitad de una reunión, con la cámara apagada y el alma en modo avión. Fue entonces cuando alguien —probablemente con bata blanca de atrezo y sonrisa de influencer bio— decidió que el problema no era la vida moderna, ni el jefe imbécil, ni la carga mental, ni el capitalismo emocional… sino la falta de magnesioA partir de ahí, la cosa se desmadró. Si te sientes cansado: vitamina B12. Si estás triste: triptófano. Si tienes ansiedad: ashwagandha (suena a conjuro, pero la venden en cápsulas). Si duermes mal: melatonina. Y si no te pasa nada… vitamina D, por si acaso. Lo llaman prevención. Yo lo llamo pánico encapsulado.

Bienvenidos al nuevo dogma nutricional: el cuerpo humano ya no sabe vivir si no se le da todo en pastillas. Ni pensar sin omega-3, ni someterse al ancestral arte copulatorio sin maca andina. Y cuidado con decir que estás decaído… porque igual en lugar de apoyo emocional te recetan zinc quelado.

Y no es solo que esta farmacopía color pastel sea absurda. Es que a veces, encima, es peligrosa. El exceso de algunas vitaminas se acumula en el cuerpo como rencores mal digeridos, y pueden joderte el hígado más que un finde con mojitos. Pero nadie te lo cuenta. Porque “lo natural no hace daño”, dicen. Como si la cicuta fuera un aderezo del brunch.

Mientras tanto, el hígado, ese héroe silencioso, sigue ahí procesando tus polvos mágicos y tus infusiones con nombre de hechizo, pidiendo a gritos una tregua y una dieta con sentido común. Pero claro, eso no se vende en cápsulas.

No digo que dejes de tomar suplementos. Digo que si lo haces, no sea para evitar pensar, sentir o vivir. Digo que quizás tu fatiga no se cure con ginseng, sino con dormir ocho horas, mandar a la mierda a quien debas… o simplemente apagar el móvil.

Y si alguna vez tienes la tentación de creer que la vida cabe en un blister... recuerda esto: si el suplemento promete “equilibrar tu sistema emocional”, probablemente lo que necesitas es terapia. O un buen amigo. O un lunes sin reuniones.

Tu cuerpo no es idiota. Tú tampoco.

Solo necesitas creer un poco más en ti… y un poco menos en el herbolario.

13 julio 2025

TOX, el mito moderno de la limpieza milagrosa

 

Crónicas sin misericordia.

Todo empezó —como tantas desgracias contemporáneas— con una mezcla letal de culpabilidad mal digerida, estética de herbolario y marketing con pretensiones místicas. De repente, el cuerpo humano —esa máquina afinada tras milenios de evolución— dejó de ser sabio para convertirse en un contenedor de toxinas, mugre emocional y residuos de croissant industrial que solo se podían eliminar bebiendo algo verde, caro y que sabía, curiosamente, a césped recién segado con aroma a pepino triste.

Lo llamaron detox, porque “lavativa emocional” no quedaba bien en Instagram. Y lo convirtieron en religión laica. Los profetas: influencers que un día se constiparon (en el sentido anglosajón del término, es decir, que sufrieron estreñimiento… no un catarro, aunque a algunos les vendría bien también un poco de aire en la cabeza) y, tras un enema de jengibre, vieron la luz. Los fieles: hordas de penitentes con leggings de colores que ayunan con más devoción que un cartujo en Semana Santa. Y el mensaje es claro: si no te purificas con zumo de clorofila y carbón activado, probablemente estás a punto de morir… o peor: de retener líquidos.

Mientras tanto, el hígado, ese héroe sin medalla, sigue ahí, callado, trabajando sin contrato ni aplauso, procesando gin-tonics, ansiedades, grasas trans y algún que otro atracón de domingo. Lo mismo el riñón, que nunca se ha quejado del jamón ni del café, pero ahora resulta que necesita apoyo emocional en forma de infusión de diente de león.

Pero claro, decir que el cuerpo ya se limpia solo no vende. No hay beneficio en recordarle a la gente que ya está equipada con un sistema de depuración más eficaz que todo el lineal de herbolario junto. Mucho mejor inventar un reto detox de 21 días, donde el día 7 lloras, el día 14 insultas y el día 21… bueno, te permites una galleta. Sin gluten. Sin azúcar. Sin dignidad.

No digo que esté mal cuidarse. Solo digo que quizá el problema no sean las toxinas, sino el delirio colectivo que nos hace creer que la salud se compra en frascos con etiqueta pastel. Que si de verdad quieres “limpiarte”, empieces por filtrar mejor lo que te entra por los ojos y por los oídos.

Y, por favor, la próxima vez que sientas el impulso de tomar un batido detox, tómate una siesta. O dos. Es igual de efectivo, más barato… y tu hígado lo agradecerá con un suspiro de alivio y una producción de bilis ajustada y sin sobresaltos. 

09 julio 2025

MONPO, o el día que un reloj decidió que éramos vagos.

 


Crónicas con pulsera y sin misericordia.

Todo empezó con un número redondo: 10.000. No 8.937, que quizá sería más honesto, ni 12.402, que igual funcionaba mejor. No. Diez mil. Una cifra zen, pulcra, con aire de proverbio. Fue en el Japón de los sesenta, del siglo XX..., con las calles todavía oliendo a Juegos Olímpicos y a futuro, cuando a algún genio del márketing se le ocurrió que si el país caminaba, habría que ponerle contador. Así nació el manpo-kei, algo así como “contador de pasos del deber patrio”, o eso entendimos después de tres sake.

Y desde entonces, medio planeta vive con la sospecha íntima de ser un vago. Lo que arrancó como campaña publicitaria de podómetros se volvió dogma de fe sudorosa: no eres nadie si no has paseado, corriendo, 10.000 veces al día, aunque sea por el pasillo, en pijama y con las bolsas del Mercadona. Porque si el reloj no lo marca, no ha pasado. Literal.

Pero ¿quién decidió que 10.000 era la cifra mágica? ¿Un médico? ¿Un comité de sabios? ¿Un chamán fit de TikTok? Spoiler: nadie. Lo parió una campaña de márketing y lo convirtió en mantra esa ansiedad contemporánea que necesita saber cuánto vale un paso, un beso, una siesta. El Monpo es eso: la monetización del movimiento. El negocio de la culpa cardio.

Y aquí estamos: siglo XXI, a las doce menos cinco de la noche, caminando en círculos como penitentes para que el anillo del smartwatch se cierre y el alma se libere. Respiramos por apps, dormimos por apps, caminamos por apps. Y luego nos preguntamos por qué estamos tan cansados.

No se trata de criminalizar al andarín. Caminar es sano, sí. Lo era ya cuando ni existía el calzado. Pero el cuerpo humano sabe más que tu Fitbit. Sabe cuándo moverse, cuándo estirarse, cuándo decir “no voy al gimnasio porque estoy hasta el moño”. El problema es que hemos externalizado la sabiduría corporal. Preferimos que nos lo diga una pantalla con voz de coach escandinavo.

Este artículo no es un alegato contra los pasos. Es una tregua. Mi reloj, por cierto, mientras escribo esto, ha vibrado con autoridad moral y me ha exigido levantarme. Le he dicho que hoy no. Que estoy escribiendo sobre él. Que se calle. Que hoy haré 7.493 pasos. Por insurrección. Por salud mental. Por venganza....

Con este texto inauguramos una serie amable, sí, pero también con ceja arqueada y sonrisa ladeada, sobre los delirios del bienestar moderno. No vamos a desmontarlos (qué va), pero al menos vamos a mirarlos de frente y con ironía. Porque quizá el bienestar no consista en andar 10.000 pasos, sino en saber cuándo sentarte… y no volver a levantarte hasta que lo diga tu cuerpo o tu mente, mejor ambos, no tu reloj.

08 julio 2025

Un profesional intachable. Una confesión sin absolución posible...

 Relato corto en cinco entregas.

Durante más de tres décadas, ha sido el modelo perfecto de virtud clerical. Pero la llegada de una misteriosa y enigmática feligresa desata una tormenta interior que ningún catecismo, penitencia ni ascenso eclesiástico podrá contener. En el laberinto de una correspondencia cada vez más íntima y sugerente, este sacerdote se enfrenta al abismo entre su vocación y su humanidad, entre el dogma y el deseo, entre la apariencia y la verdad.
En este relato breve, de intensidad demoledora, el lector es testigo de la paulatina fractura de una conciencia atrapada entre la represión moral y el temblor de una epístola. Lo que comienza como una inquietud difusa se transforma en una espiral de palabras que erosiona los cimientos de una vida entera. Sin recurrir a lo explícito ni a lo obvio, el relato indaga en las zonas más oscuras del alma, allí donde la fe, el poder y el deseo se rozan peligrosamente.
Con una prosa sobria y afilada, Un profesional intachable despliega una historia turbadora sobre el peso del autoengaño, la fragilidad del dogma y la infinita ambivalencia del alma humana.

Aviso al lector: te atrapará sin remedio. Empieza a leer... pero no digas que no te lo advertimos.


04 julio 2025

Liderazgo y organizaciones: Anatomía de la jungla cotidiana.

 


En este caleidoscopio de artículos, el lector no se topará con la enésima apología del liderazgo blandengue ni con recetas prêt-à-porter para ejecutivos de cartón piedra. Lo que encontrará aquí es otra cosa: una disección lúcida, cáustica y profundamente humana de los entresijos organizativos, escrita por alguien que ha vivido dentro del sistema con los ojos abiertos y la palabra afilada.

Desde la postverdad institucional hasta el canibalismo simbólico del talento, pasando por las neuronas espejo, la entropía social o los pecados capitales del liderazgo, cada texto ofrece una ráfaga de pensamiento crítico, tan punzante como necesario. Lejos de la jerga vacía, el estilo combina rigor con ironía, erudición con relato cotidiano, y análisis psicológico con radiografías sociológicas de carne y hueso.

Este compendio no pretende convencer, sino despertar. No pretende liderar, sino provocar preguntas. A mitad de camino entre ensayo, crónica y ajuste de cuentas simbólico, la lectura ofrece al profesional —ya sea educador, directivo o terapeuta— un espejo incómodo pero honesto, donde mirar la cara menos amable del poder, la gestión y la mediocridad institucional.

En resumen: si alguna vez has sentido que tu organización se parece más a un teatro del absurdo que a un entorno racional, este libro-blog es tu casa. O tu refugio. O tu grito....

A continuación, en tres enlaces, recopilación de todos los artículos relacionados con este tema y que han sido publicados en este blog.

 


02 julio 2025

Fuerza y honor.

 

FUERZA Y HONOR.

Fuerza y Honor no es una simple colección de relatos cortos: es un campo de batalla literario donde cada palabra golpea como un mazazo y cada línea deja cicatriz. Estos textos no piden permiso: irrumpen, hieren, despiertan. Son imprescindibles, descarnados, sin anestesia. Retratan las grietas del alma humana con la precisión de un bisturí y la fiereza de un guerrero que no retrocede.

Desde la autopsia implacable de un narcisismo corrosivo hasta aforismos que estallan como granadas en la conciencia, esta recopilación se alza como un estandarte para quienes se niegan a vivir de rodillas. Aquí no hay consuelo fácil, pero sí coraje, lucidez, dignidad y resistencia. Cada relato es una trinchera en la que se libra la batalla por la integridad, la verdad y el sentido.

Títulos como "El tigre herido", "Todo fluye..." o "Reconstruir los territorios devastados" laten con la rabia del que no se rinde y la belleza del que sangra sin perder el alma.

Potentes. Necesarios. Reveladores. Te obligan a mirar donde más duele. Y a no apartar la vista.

“Fuerza y Honor” fue el grito de guerra de las legiones romanas, inmortalizado en Gladiator por Maximus Decimus Meridius (Russell Crowe). Aquí vuelve a resonar como lema de los que luchan con palabras, cicatrices y memoria. No te resistas... sumérgete en su lectura. 


1. El Ave Fénix y la resiliencia (1)

2. El Ave Fénix y la resiliencia (2)

3. Todo fluye...

4. Acosar, acorralar, perseguir...

5. Como buitres carroñeros...

6. Reconstruir los territorios devastados...

7. Plantar exige...

8. El festín de su colapso.

9. La Ley del Talión y el Síndrome de Estocolmo.

10. El tigre herido.






01 julio 2025

Blanco y Negro. Una herida que late...

 

Blanco y Negro no es un libro. Es una herida que late.

Cada relato corto de esta serie es una cicatriz que habla, una luz que se filtra en mitad del derrumbe.
No hay consuelo fácil. No hay final feliz. Hay verdad. Cruda, íntima, hermosa.
Hay una mujer que cae, que grita en silencio, que se reconstruye con manos temblorosas.
Y hay palabras que arden, pero también salvan.

No son historias, son espejos. Breves, pero demoledoras. Intensas, pero honestas. Un grito sutil para quienes se atreven a mirar de frente sus propios grises. Porque, al fin y al cabo, todos habitamos —en mayor o menor medida— esa zona incierta entre el blanco y el negro.


1. Si no existiera el blanco y negro. 

2. Prefiero morir que perder la vida.

3. Exorcismo

4. Despertar...

5. Pórtate bien.

6. Oscura crisálida.

7. Vuela alto. 

8. Cirugía virtual. 

9. Mantra.

10. Un nuevo comienzo. 




30 junio 2025

DIARIO DE UN PERFECTO IMBÉCIL... una sátira irredenta.

 

Prepárate para adentrarte en una sátira desbordante de ingenio, mala leche y humanidad. Diario de un perfecto imbécil no es solo una novela corta por entregas: es una bomba hilarante que estalla página a página. Con ecos de La conjura de los necios, pinceladas del absurdo lúcido de Eduardo Mendoza y la mordacidad de un Peter O'Toole pasado de rosca, esta obra desmonta lo cotidiano con bisturí de cirujano borracho pero certero.

Su protagonista —un idiota redomado y lúcido sin saberlo— nos guía por un desfile de personajes excéntricos, mediocres entrañables y genios involuntarios. Aquí el disparate es método, la torpeza es brújula, y el sarcasmo, religión.

Publicado por entregas en este blog, este diario es mucho más que literatura de humor: es una crónica feroz de la estupidez contemporánea, escrita con el ritmo imparable del que ya no tiene nada que perder.

Si alguna vez te has sentido demasiado lúcido para soportar lo que te rodea, este es tu refugio. Y si no… también. Porque reírse del mundo es el primer paso para entenderlo. O para volverse loco con estilo.

Empieza a leerlo ya... antes de que lo censuren.

Capítulo 1. "Ab initio".
Capítulo 2. Como decíamos ayer...
Capítulo 3. Entre brujas, hechiceras y calderos anda el juego... 
Capítulo 4. Ponga un filósofo zen en su vida 
Capítulo 5. Con la terapia hemos topado.
Capítulo 6. Calidad, el Santo Grial y otras leyendas urbanas. 

 

Sigue leyéndolo en este blog


04 mayo 2021

El tigre herido...

Los peores zarpazos los da el tigre herido, refiere la sabiduría oriental. 

Torpes y desmañados figurantes entonan cánticos de victoria repartiendo la piel del tigre al que creen malherido y lacerado. 

Su torpeza se transfigura en pánico cuando, ebrios de su aparente victoria, se acercan demasiado al tigre yacente para calibrar el botín de su caza. 

A cada cual... lo suyo, ni más, ni menos...

Fuerza y honor.


27 abril 2021

El imperio de la postverdad

Asistimos embobados y estupefactos a un escenario mediático global donde todo aquel que tiene la menor oportunidad “miente como un bellaco”, valga la expresión clásica, pero, al menos oficialmente, pretende proyectar cercanía, humanidad y convicción. El resultado de este neopopulismo es devastador para la ciudadanía, a la que ya no le sorprende nada porque ha perdido, si es que alguna vez la tuvo, la capacidad de análisis crítico.


La postverdad no es más que una distorsión, deliberada y dolosa, de cualquier realidad que se narra o describe. Eso sí, manipula hábilmente las emociones de los destinatarios, apelando a sus creencias esencialistas, todo ello con objeto de medrar e influir en las actitudes de los sujetos ante los discursos bañados del bálsamo de la postverdad.

Si bien la manipulación de masas no es un fenómeno novísimo, el origen contemporáneo del término postverdad es atribuible a un bloguero, David Roberts, que acuñó el concepto en el año 2010, en una de sus publicaciones.

Aquí, los hechos objetivos pierden importancia y, por ende, influencia en la ciudadanía, ya que el bombardeo continuo de mensajes que apelan a emociones y creencias banales logra amoldar y modelar la opinión pública y, como consecuencia de esto, se consigue influir poderosamente en las actitudes sociales de los ciudadanos.

Son verdades simples, enlatadas, maliciosas y sazonadas convenientemente con la salsa de la emotividad más meliflua. Apelan a ella muchos políticos, advenedizos y trepas diversos que, utilizando las estructuras corporativas de empresas y administraciones, solo pretenden justificar su presencia, en ausencia clamorosa de la auctoritas latina, para aprovecharse y obtener beneficios del río revuelto en que se ha convertido la jungla social que nos ha tocado vivir.


#reflexiones #quoteoftheday #uppers #eagers #conflicto #análisi​s #fakenews #falacias​

20 abril 2021

El mito de la calidad


La búsqueda del Santo Grial tiene su génesis en la literatura artúrica (siglos XII y XIII), aunque se pueden trazar orígenes más remotos a partir de leyendas y relatos celtas mucho más antiguos. En esencia, relata la historia de los Caballeros del Rey Arturo (Mesa Redonda) y su búsqueda del divino objeto usado en la última cena de Jesucristo con sus apóstoles.


Por otra parte, seguimos con las leyendas y mitos, la Piedra Filosofal era la sustancia, para los alquimistas, capaz de transmutar la naturaleza de los objetos y convertirlos en oro, otorgar la inmortalidad y, entre otras virtudes, curar enfermedades.

El hombre postmoderno está, aparentemente, por encima de estos mitos arcaicos, pero provisto de estadísticas, indicadores, sistemas de medición y otros útiles más sinuosos y sutiles recrea, aunque nos parezca mentira, la búsqueda de nuevos mitos (“Griales” y “Piedras”…) que, sin la carga de lirismo y efluvios románticos que guiaron históricamente a sus antepasados, fundamenten su existencia.

La búsqueda de la Calidad se ha convertido en uno de los mitos contemporáneos más interesantes, de cara a su análisis, que han surcado las últimas décadas de nuestra historia. Sus orígenes, cuando se rastrean, parecen ser más antiguos, aunque con diferentes nombres y definiciones. Es, en cualquier caso, durante el siglo XX y en el marco empresarial e industrial cuando este concepto adquiere sus momentos de mayor gloria y esplendor. Ciertamente, como con otros muchos conceptos e ideas, por un fenómeno de ósmosis, capilaridad y mimetismo son muchos ámbitos sociales y organizativos los que han adoptado, sin complejos, la búsqueda del “Grial” de la Calidad.

Nadie en su sano juicio, aún bajo tormento y tortura, abjuraría de la Calidad como norte de sus desvelos. Nos sentiríamos incómodos si negásemos la búsqueda de la Calidad en todas y cada una de nuestras acciones: comprar un coche, buscar una casa, educación, sanidad, ocio, consumo….. por citar solo algunos campos, de entre cientos o miles, en los que la Calidad se ha convertido en la máxima aspiración de los mortales.

Aunque se pretenda “normalizar” el término, existen muchas visiones de la Calidad. Lo que para unas personas posee las virtudes del concepto, para otras no lo es tanto. Consecuentemente, de significar tantas cosas, el término Calidad puede pasar a no significar absolutamente nada. Puede llegar a convertirse en un concepto hueco, recurrente y manido más cercano al “Mundo de las Ideas” platónico que a la diosa de la eficacia y productividad a la que pretende servir.

Dando por sentado que todos sabemos a qué nos referimos cuando hablamos del citado concepto (lo que es, probablemente, una falacia) el discurso oficial de los “Teólogos de la Calidad” focaliza su doctrina en la aplicación de técnicas ungidas por el bálsamo de la eficacia, sacralizadas por las estadísticas de la producción y santificadas, finalmente, por el todopoderoso Mercado.

Bueno sería, digo yo, la búsqueda de planteamientos serios tendentes a lo que son las legítimas aspiraciones de muchas personas: mejorar, evolucionar, solucionar los problemas…. Y eso me parecería magnífico, de verdad. Pero, una vez más, me da la impresión que asistimos a la creación de una nueva casta de mandarines, gurús o sumos sacerdotes que, con mayor o menor acierto, legitimarán con su interpretación de los hechos y la doctrina las actuaciones de los pobres mortales que se encuentran al otro lado del púlpito. Habremos, eso sí, evolucionado; ya no tendremos que sacrificar a un pobre animal (Levítico) o destriparlo para interpretar los designios divinos, sino que nos conformaremos con retirarle (si la tuviese en su poder) o denegarle una limpia y aséptica certificación de Calidad.

Qué le vamos a hacer; ya lo dijo Salomón en el Eclesiastés: “Nihil sub sole novum"… (No hay nada nuevo bajo el sol…).


13 abril 2021

El enredo como estrategia organizativa perversa


Perversión:
dícese del "envilecimiento o corrupción, sobre todo si son causados por malos ejemplos o enseñanzas".

Resulta curioso que en diversas organizaciones y estructuras corporativas la lógica del funcionamiento de las mismas se ha pervertido hasta el punto de justificar lo injustificable.

Lo razonable es que una vez detectado un problema o planteado un objetivo sobre el que trabajar, se decida articular una serie de actuaciones con objeto de generar el correspondiente producto. Esto, que parece tan sencillo de explicar, es difícil de aplicar porque en determinados casos se decide actuar sin intención de culminar o producir nada sino porque es la única manera de justificar y perpetuar las estructuras, anquilosadas y absolutamente herrumbrosas, que persisten en muchas organizaciones.

El impacto del trabajo realizado es mínimo y desastroso. Consecuentemente, surge el problema de buscar, en ese momento, material para justificar dichas reuniones o eventos.

El "drama", y el ridículo más pasmoso, sobreviene cuando no hay manera humana de justificar esa actuación y tras sesudas reflexiones se llega a la conclusión de que es muy difícil encontrar una materia medianamente importante sobre la que trabajar. No sólo se pierde el tiempo, sino que sobreviene el hastío y el desánimo. Esto genera un malestar corporativo que enrarece el ambiente de trabajo hasta límites insospechados.

Hay personajes encastrados en las intrincadas ramas de muchas corporaciones que son especialistas en revolver y enredar lo obvio. Todo ello, en primer lugar, para beneficio de sus particulares posiciones y, podríamos pensar, para justificar una diligencia inexistente que les permita alimentar su ego el mayor tiempo posible. El ejercicio del poder, una vez más, enmascara la carencia de autoridad.


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07 abril 2021

Orden y desorden social... desde la entropía.

Mantener en equilibrio y dentro de un orden cualquier organización social exige una importante inversión de energía, ya que todo sistema tiende, como evidencia el principio de la entropía, espontáneamente al desorden. Ningún sistema resiste de manera inmutable al paso del tiempo si no se invierte esfuerzo en reparar el desgaste sufrido, sea cual sea la causa. 

El concepto de entropía refleja una medida del orden, o desorden, de un sistema físico. El origen del mismo hay que buscarlo en la segunda ley de la Termodinámica, aunque su aplicación a los sistemas sociales no tiene desperdicio y, metafóricamente hablando, arroja mucha luz sobre determinadas áreas oscuras de dichos sistemas. 

Aunque no lo parezca, y ello es debido a la pericia de los gestores de los mismos, determinadas estructuras organizativas funcionan de manera fluida y adecuada. Aparentemente pueden no existir unas directrices que articulen el funcionamiento de dicho sistema pero la prueba de que existía un motor detrás del funcionamiento de las mismas resulta patente cuando cambian las circunstancias organizativas o personales y, de la noche a la mañana, ese sistema modélico comienza a presentar pequeñas disfunciones, terminando por “griparse” el motor.

A veces no se valora suficientemente el esfuerzo de personas que, día a día, contribuyen con su prudencia, profesionalidad y “buen-hacer” al funcionamiento de estructuras organizativas diversas. Esa falta de reconocimiento se combina muchas veces con críticas absurdas, infantiles e injustificadas que hacen que las personas atacadas, injustamente, vayan perdiendo poco a poco las ganas de seguir trabajando en todo aquello que hacían por vocación o profesionalidad.

No “quema” tanto el trabajo, si éste es reconfortante y nos permite realizarnos vocacional o profesionalmente, como la injusticia y la desconsideración.

Sería necesario que cada cual hiciera lo que tiene que hacer, respetar al de al lado y ponerse un poco en la piel de los demás (empatía); en suma, algo tan fácil de enunciar pero, parece ser, tan difícil de conseguir como “vivir y dejar vivir”…


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30 marzo 2021

Equilibrio y equilibristas...



Curiosa y manida palabra, donde las haya. De tanta retórica hueca que escuchamos continuamente nos viene la tendencia al uso indiscriminado de palabras y expresiones a las que vamos vaciando de significado.

El desequilibrio es la causa de muchos de los problemas y malentendidos con los que nos encontramos día a día. Conocemos a personas que sin mala intención, o con ella, plantean problemas y escenarios desde una perspectiva desequilibrada. Lejos de intentar la búsqueda de soluciones con armas tan sencillas como el sentido común, intentamos zafarnos rápidamente de los problemas planteando soluciones inoportunas que, a la larga, generan mayor confusión y solucionan poco o nada el asunto en cuestión.

La búsqueda del equilibrio exige un sacrificio que no todos estamos dispuestos a soportar, optando por la solución más rápida y desequilibrada. Recomponer la situación exige tanto esfuerzo que, la mayoría de las veces, no tenemos ni capacidad ni ganas de hacer.

La búsqueda del equilibrio exige también tiempo.

Tiempo y sacrificio son conceptos que suelen estar lejos de las prácticas sociales y personales en la actualidad. El hedonismo que nos rodea por los cuatro costados ha conseguido que la búsqueda alocada del placer nos haga huir de todo aquello que no lo represente, de manera fácil e inmediata.


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25 marzo 2021

La envidia... algunas reflexiones.


La persona envidiosa se obsesiona con demasiada frecuencia cuando observa casualmente o espía los logros de los demás. Puede, en los casos más espinosos y complicados, dejar de disfrutar de su vida o de vivir plenamente porque dedica todo su tiempo y esfuerzo a estar pendiente de los que considera adversarios, todos ellos personas que cohabitan con él, dentro de su entorno vital.


Sufre de manera desproporcionada por cosas que se encuentran fuera de su círculo de influencia, llegando a sentirse agobiado por los triunfos, logros y éxitos del resto de personas que le rodean. En los casos más cruentos, el agobio se transforma en rencor hacia todos aquellos que poseen cualquier bien, material o inmaterial, del que el envidioso no puede disfrutar. Todo ello le provoca una profunda insatisfacción y, paralelamente, socava su frágil ego alimentando un complejo de inferioridad que no hace otra cosa que crecer con los años. 

La persona envidiosa vive con angustia y amenaza los éxitos y la felicidad de los otros, llegando a mantener una competencia feroz y perpetua contra todo el mundo, mientras se consume atormentada por la envidia. No le afecta tanto que los demás tengan las cosas que él o ella desea, sino que llegamos a la cuadratura del círculo perverso y podemos concluir que desean esas cosas, precisamente, porque los demás las poseen. 

La envidia puede adquirir matices muy variopintos y formas de expresión sumamente creativas. No son infrecuentes las críticas, ofensas, difamaciones, venganzas y agresiones que las personas envidiosas dirigen hacia aquellos que han convertido en objetivos a batir. Cuando no consiguen lo que quieren, su única salida es la aniquilación del adversario. Lo intentan por todos los medios a su alcance y su objetivo final es convertir en basura aquello de lo que no pueden disfrutar, sea material o inmaterial. 

Además, es absolutamente compatible la envidia más furibunda con la inteligencia más despierta. Se trata, en este caso, de una combinación letal ya que un envidioso hábil y manipulador, además de inteligente, puede disfrazarse de amigo para asestar el golpe definitivo en el momento más inesperado, cuando los otros tienen todas las defensas desactivadas. En este caso, mientras la hiel que destilan se resbala por la comisura de sus labios, suelen ufanarse de su habilidad, experiencia y arte en contraposición de la torpeza de los pobres infelices que han sido abatidos por sus dardos envenenados. Dado que la supervivencia del que consideran rival les hace tanto daño, intentan, por todos los medios a su alcance, derribar al otro ya que reciben su impulso vital de la creencia, absolutamente falaz, de que nadie es tan perfecto como él mismo. 

El envidioso elabora un arsenal de creencias que le permite superar el profundo sentimiento de inferioridad que le genera su auto-observación. Compensa ese sentimiento desarrollando un complejo de superioridad que le faculta para vivir absolutamente inmerso en la ficción de que posee cualidades, atributos y valores de los que realmente carece. Como consecuencia, se los niega a los demás para, precisamente, defenderse de la agresión que supondría para su autoestima reconocerle esos valores a otras personas. 


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VITAMINAS PARA NO MORIR (de estrés).