13 julio 2025

TOX, el mito moderno de la limpieza milagrosa

 

Crónicas sin misericordia.

Todo empezó —como tantas desgracias contemporáneas— con una mezcla letal de culpabilidad mal digerida, estética de herbolario y marketing con pretensiones místicas. De repente, el cuerpo humano —esa máquina afinada tras milenios de evolución— dejó de ser sabio para convertirse en un contenedor de toxinas, mugre emocional y residuos de croissant industrial que solo se podían eliminar bebiendo algo verde, caro y que sabía, curiosamente, a césped recién segado con aroma a pepino triste.

Lo llamaron detox, porque “lavativa emocional” no quedaba bien en Instagram. Y lo convirtieron en religión laica. Los profetas: influencers que un día se constiparon (en el sentido anglosajón del término, es decir, que sufrieron estreñimiento… no un catarro, aunque a algunos les vendría bien también un poco de aire en la cabeza) y, tras un enema de jengibre, vieron la luz. Los fieles: hordas de penitentes con leggings de colores que ayunan con más devoción que un cartujo en Semana Santa. Y el mensaje es claro: si no te purificas con zumo de clorofila y carbón activado, probablemente estás a punto de morir… o peor: de retener líquidos.

Mientras tanto, el hígado, ese héroe sin medalla, sigue ahí, callado, trabajando sin contrato ni aplauso, procesando gin-tonics, ansiedades, grasas trans y algún que otro atracón de domingo. Lo mismo el riñón, que nunca se ha quejado del jamón ni del café, pero ahora resulta que necesita apoyo emocional en forma de infusión de diente de león.

Pero claro, decir que el cuerpo ya se limpia solo no vende. No hay beneficio en recordarle a la gente que ya está equipada con un sistema de depuración más eficaz que todo el lineal de herbolario junto. Mucho mejor inventar un reto detox de 21 días, donde el día 7 lloras, el día 14 insultas y el día 21… bueno, te permites una galleta. Sin gluten. Sin azúcar. Sin dignidad.

No digo que esté mal cuidarse. Solo digo que quizá el problema no sean las toxinas, sino el delirio colectivo que nos hace creer que la salud se compra en frascos con etiqueta pastel. Que si de verdad quieres “limpiarte”, empieces por filtrar mejor lo que te entra por los ojos y por los oídos.

Y, por favor, la próxima vez que sientas el impulso de tomar un batido detox, tómate una siesta. O dos. Es igual de efectivo, más barato… y tu hígado lo agradecerá con un suspiro de alivio y una producción de bilis ajustada y sin sobresaltos. 

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