18 noviembre 2020

MALDITO KARMA

¿Qué culpa tuve yo de reencarnarme en aquel estúpido zoquete que, asalvajado, malvivía en las afueras de aquella mísera y cochambrosa aldea, cuyo nombre no recuerdo con exactitud?

Sin lugar a dudas, maltratar y machacar a los pequeños animales domésticos que tenía mi familia se había convertido en mi secreta debilidad. Era una forma, tan estúpida o malsana como otra cualquiera, de liberarme de la tensión y desgaste que suponía levantarme antes del sol y deslomarme hasta que se ponía. Me tenía merecido reencarnarme en algún bicho, sin la menor duda, para que supiera lo que se pasa y lo sufriese en mis propias carnes.

Volviendo al tiempo presente y por no dilatar en exceso mis tribulaciones... Vamos a ver, enumerando:

Que el Bulldog salido y apestoso del vecino del quinto me sodomice con delectación cada vez que mi dueña, por llamarle de alguna manera a esa ingrata fémina, se despista.... pase.
Que me obliguen a comer la porquería de croquetas procesadas, que saben a plástico industrial, para mantenerme en forma y saludable, en vez de un buen hueso de ternera, provocándome náuseas mientras las trago, también lo paso por alto...

Que aquellos malditos y salvajes enanos, hijos de la... vecina, me hagan la puñeta cuando me sacan al parque a cagar... todavía lo aguanto.

Ahora bien... las fotos que maltratan y sojuzgan mi ego hasta el punto de anhelar volver a morirme y reencarnarme en un león de circo... no tienen nombre. ¡Manda huevos el disfraz de Halloween que me ha encasquetado mi dueña! No lo soporto. ¡Dios!

Prometo ser bueno para huir de esta ignonimia cuanto antes. ¡Sacadme de este cuerpo de caniche! Por favor...

















14 noviembre 2020

JUGANDO CON FUEGO


- No juegues con fuego; te quemarás. Podrás escapar de muchos incendios, pero llegará el día en que algún descuido, una concatenación de casualidades, una conjunción adversa de los astros o un despiste insignificante te harán perder la partida.

- Lo sé, estoy harto de escuchar tus sermones. Crees que actúo así por frivolidad o vicio, pero no puedes llegar a imaginar la fascinación, el brillo, textura y forma que adquiere el fuego que se consume lentamente. Su crepitar exalta mis sentidos y quedo extasiado con su contemplación. Prácticamente nada se le resiste. Tiene poder; inmenso. Adquiero su fuerza porque lo controlo y puedo llegar a dominarlo.

- Dices bien. Te comprendo y puedo llegar a ponerme en tu lugar. Es algo superior a ti; lo sé. Está en tu naturaleza. Lo llevas muy dentro desde que naciste, al menos desde que tienes uso de razón. No me pasaron desapercibidos, aunque aún no me conocías bien, aquellos experimentos infantiles en los que te divertías quemando las alas de aquellas inocentes moscas que atrapabas pacientemente para someterlas a ese ritual que muy pronto se instaló en tu vida de manera paulatina. En el patio trasero, convenientemente resguardado del viento y de las miradas indiscretas de tus padres y hermanas, dedicabas las tardes a encender aquellos fósforos que sustraías hábilmente de la cocina. Con paciencia impropia de tu edad, conseguías inmovilizar a esos pequeños insectos mientras los torturabas con calma, sistemáticamente.

- Ellas no sufrían. Su sistema nervioso no está tan desarrollado como para que pudieran ser conscientes plenamente del dolor infligido. Además, antes de inmolarlas en ese ritual de purificación las metía unos minutos en el congelador. Así, atontadas, anestesiadas convenientemente, eliminaba prácticamente cualquier padecimiento. Cierto es que tuve que controlar el tiempo de exposición al frío extremo porque varios ejemplares perecieron congelados y eso impedía que el acto de purificación fuese pleno y no disfrutaba de su contemplación. Necesitaba verlas moverse mientras sus delicadas alas se carbonizaban.

- Aprecio tu depurada sensibilidad animal. No vayas a creer que soy insensible a tus inquietudes experimentales. Aún así, has llegado demasiado lejos. Créeme, te aprecio porque he convivido contigo desde siempre. Te conozco mejor que tú mismo y, aunque vivieses cien años, no llegarías nunca a conocerte mejor que yo.

- Hoy estás especialmente insistente y cansino. Te aseguro que he llegado a tolerarte. Es más, incluso aprecio tu fino humor, perspicacia e inteligencia. Sabes que, contraviniendo expresamente el criterio de esos matasanos que frecuento desde mi más tierna infancia, siempre me he negado a silenciar mis voces; la tuya en particular. Hemos podido convivir razonablemente bien sin especial conflicto interpersonal.

- Lo sé y te lo agradezco en grado sumo. Eres fuerte y nunca has necesitado esas odiosas pastillas multicolores como auxiliares de tu intelecto. Esos acólitos químicos hubiesen anulado tu voluntad plenamente, regalándote una falsa y domesticada sensación de soberanía a costa de doblegar tu indómita y exultante naturaleza.

- Ya está bien. Déjame en paz para que pueda concentrarme en la tarea. Pronto amanecerá y el fuego perderá gran parte de su magia si es contaminado por los rayos del sol.

- Está bien, pero prométeme que será la última vez.

- Sabes que no me gusta prometer algo que no podría cumplir.

- Lo hago por tu bien. ¿Qué haces? ¡No lo hagas! Te quedarás dormido si te las tomas y podrías quemarte. Ambos pereceríamos. Al menos, apaga ese maldito fósforo. ¡No seas imbécil!

- No creo que pase nada por triplicar la dosis. ¡Ya me tienes harto! ¡Tú lo has querido! ... Esta mierda de pastillas me dejan atontado y no puedo disfrutar plenamente del espectáculo. Tendré que explicárselo al psiquiatra la próxima vez que acuda a su consulta. Además, ya no me apatece encender el fuego. Me caigo de sueño. Tengo que dormir...




12 noviembre 2020

Empatía, comportamiento social y neuronas espejo: implicaciones para el liderazgo.

"Visualicemos una tarde de invierno sentados tranquilamente en el sofá mientras disfrutamos plácidamente una película bastante emotiva y sufrimos en cada escena del protagonista como si estuviésemos a su lado. No lo podemos evitar pero varias veces hemos tenido que limpiarnos una evasiva lágrima que se deslizaba por nuestra mejilla..." ¿Por qué manifestamos sentimientos análogos a los que observamos en los demás?

Con independencia de algunas explicaciones psicológicas o sociales al uso, las neurociencias nos ofrecen una llave insustituible para comprender las raíces de este tipo de comportamientos. En el cerebro, concretamente ubicadas en la corteza premotora y el lóbulo parietal, tenemos una red de neuronas, denominadas espejo o especulares, que se activan cuando alguno de nosotros observa una determinada acción en otras personas. La particularidad de esta red neuronal reside en que no son un mero sistema de imitación simple, como se pensó al principio por parte de los investigadores de la Universidad de Parma (Italia), que en el año 1991 estaban estudiando el cerebro de los monos. Antes bien, este curioso sistema espejo nos permite apropiarnos de las acciones, emociones y sensaciones de los demás, como si se tratasen de las nuestras y las viviésemos en nuestro propio cuerpo y mente. Con posterioridad, en el año 2006, su presencia ha sido demostrada en registros neuronales de pacientes humanos. 
Este sistema complejo permite a las personas dotar de significado a las acciones, tanto propias como ajenas, facilitando la comprensión de los demás y vinculándonos a un nivel cognitivo y emocional.
Parece ser que estas neuronas desempeñan un papel esencial en el desarrollo del comportamiento social, las habilidades, el conocimiento y, en suma, el desarrollo de la cultura, en su más amplio sentido.

Hasta aquí, la base teórica del artículo. La segunda parte va dirigida a la reflexión más mundana y próxima a nosotros. Lamentablemente, muchos de los dirigentes y líderes que deberían marcar la senda del trabajo que se realiza en las organizaciones deben de tener, a juzgar por los resultados pragmáticos de su desempeño, un bajo nivel de conectividad entre sus neuronas especulares. Podríamos decir incluso, valga la imagen, que el espejo está bastante empañado, con las nefastas consecuencias que de ello pueden derivarse tanto para sí mismos como para las personas que tienen a su cargo.
Algunas recomendaciones como las que me atrevo a sugerir podrían ser puestas en práctica. Como se trata de una actuación piloto y experimental, se recomienda que no se lleven a "rajatabla" so pena, para algunos de los del "espejo empañado", de que sus acólitos y subordinados intuyan un trastorno bipolar que les induzca a recomendarles un psiquiatra cuanto antes. Por tanto, vayamos paso a paso. Indicaremos algunas posibles estrategias de intervención. Quede constancia de que, afortunadamente, un número no desdeñable de personas que ejercen el liderazgo dominan y abundan en esta línea de actuación. Por tanto, asúmase como un recordatorio y un desideratum todo lo que sigue.

En primer lugar, el modelo que podríamos denominar "Harry el sucio", muy en boga en determinados entornos corporativos y practicado por jefes con menos habilidades sociales que Tarzán tenía antes de encontrarse con Jane, emula las andanzas del famoso actor Clint Eastwood. Sus películas pueden convertirse en un espacio de evasión y esparcimiento pero nunca en un modelo de actuación para un líder que se precie. 


Sonría, no le ocurrirá nada. El contagio emocional que se produce tras una sonrisa oportuna es un precursor muy importante de la empatía. Sus neuronas espejo comenzarán a desentumecerse y a reflejar el brillo que alberga, a buen seguro, en su interior.

Intente mostrar una actitud entusiasta en torno a la materia que estén abordando. Sus neuronas y las del otro se lo agradecerán, fundiendo sus enamoradas sinapsis en una danza fantástica que les permitirá explorar universos recónditos y maravillosos de cooperación.

Sea optimista. Aunque su naturaleza esté más próxima al metabolismo de una almeja, intente proyectar sus expectativas hacia lo mejor que pueda ocurrir en cada situación particular. El optimismo se aprende y tiene como peligrosos efectos colaterales la creación de climas emocionales seguros, empáticos y positivos en el entorno de trabajo.

Tenga grandes expectativas sobre los trabajadores y personal a su cargo. No todos son tan inútiles como usted, créame. No incurra en la barbaridad de rodearse de mediocres que no le hagan sombra porque le terminarán creciendo hongos bajo la moqueta.

Intente comprender algunos comportamientos del personal a su cargo, sobre todo si son especialmente jóvenes. La naturaleza, que es sabia, nos ha permitido seguir creciendo en lo que a evolución de los lóbulos frontales de la corteza cerebral concierne hasta pasada la veintena.

Acompañe siempre que pueda todas las explicaciones con gestos complementarios. No tema, no le confundirán con una reencarnación de la faraona ni con una versión burocrático-administrativa de la niña del exorcista. Al mover las manos y el cuerpo no sólo movemos el corazón sino que añadimos una mayor "potencia de ataque" para proyectar nuestras ideas. En otro artículo profundizaremos en el ámbito de la comunicación no verbal y su importancia para el ejercicio del liderazgo.

Potencie la autoestima de sus trabajadores ya que, además de ser importantes, deben sentirlo. Le vendrá bien por ellos y por usted. En el corto plazo le sería más fácil teledirigir una corporación de acomplejados e inadaptados replicantes; a la larga, se arrepentirá; hágame caso.

Escuche mucho más de lo que hable. De esa forma propiciará la activación de sus propias neuronas espejo, lo que no le vendrá mal. Recuerde que ante la tesitura de parecer tonto o estúpido, permaneciendo callado, puede empeorar sensiblemente la situación si abre la boca en exceso y despeja las dudas preexistentes sobre su estulticia.

Siempre que sea posible, intente evitar la competitividad a ultranza. Sólo los malos jefes, con una carencia pasmosa de habilidades sociales, juegan ese antiguo y trasnochado juego. Potencie el trabajo colaborativo; es mucho más eficaz en términos sociales y biológicos. Recuerde que las famosas neuronas a las que aludimos aquí nos hacen seres profundamente sociales y no meras alimañas sin escrúpulos pululando por la selva de las corporaciones.

Si le gusta y ama lo que hace podrá trasmitir esos sentimientos a todos los que le rodean. Sus neuronas espejo se lo agradecerán y las de los demás, también.

"De las neurociencias a la empatía social pasando por las neuronas espejo, una sugerencia atractiva para el ejercicio del liderazgo" 











11 noviembre 2020

Psicópatas integrados: ¿gato por liebre...?

El término "psicópata" evoca de manera automática una serie de esquemas cognitivos en todos nosotros que, maleado y cariturizado por la filmografía a la que tan aficionados somos, puede confundirnos al calibrar la verdadera dimensión del término.

Más allá de los casos extremos, que los hay, donde se producen conductas ilícitas de gran impacto social, existen personas perfectamente integradas en la vida social y las organizaciones que responden a un perfil psicopático subclínico, esto es, no diagnosticado por un profesional de la Psicología o Psiquiatría. Ello no debería dejarnos indiferentes porque el daño, larvado y constante, que hacen a los que les rodean y a su entorno genera un deterioro, en lo macro, del ambiente laboral y un desgaste psicológico, en lo micro, que puede ser la antesala de verdaderos calvarios psicológicos para sus víctimas.

La agresión directa, ya sea física o verbal, no suele pasar desapercibida y es relativamente fácil de reconducir y abordar. La realmente peligrosa, es la ejercida por estos psicópatas subclínicos que tienen, ante todo, una necesidad imperiosa, podríamos decir que "patológica", de controlar a los demás y a su entorno. Para ello suelen utilizar cuantos medios de presión psicológicos tienen a su alcance. Ejercen la coacción sobre los demás de manera sistemática, hábil y profundamente dañina para la salud mental y emocional de los acosados. Dado que se trata, por lo general, de personas bastante inteligentes, sus estrategias de manipulación son sutiles y altamente efectivas. Lo más peligroso es que no suelen dejar evidencias, por lo que es difícil denunciarlos y luchar contra estas conductas de acoso.

Su autoestima (y ego) suele ser desproporcionada, creyéndose en todo momento y lugar superiores al resto. Siendo hábiles mentirosos, sin complejos, no tienen remordimientos de conciencia que disipen o neutralicen el daño de sus actuaciones. La empatía, en estos casos, es ínfima o nula.

Otros elementos de su perfil suelen ser la impulsividad, el descontrol, la necesidad constante de estímulos, una retórica efectista, aunque hueca a poco que se analice, y un estilo de vida parasitario. Dibujamos, como se ha podido ver hasta ahora, verdaderas "máquinas de guerra psicológica" rondando las calles y los entornos organizativos.

La expresión más violenta de la psicopatía es la conducta criminal, aunque la mayoría de ellos no suelen ser delincuentes. Si hablamos de cifras, extraemos de la literatura especializada una prevalencia del uno por ciento en la población en general, aumentando hasta cinco si elegimos entornos corporativos, políticos y organizacionales. Estos últimos representan, lamentablemente, el nicho ecológico preferido por almas y espíritus despiadados que con su afán desenfrenado por trepar a costa de cualquiera van dejando cadáveres y "mutilados" por los recovecos de las organizaciones. Lejos de ensalzar este tipo de comportamiento "competitivo", nos iría mejor si observáramos, sacáramos a la luz estas conductas infamantes y buscásemos la manera, difícil aunque no imposible, de limitar o neutralizar el daño que estas conductas psicopáticas (subclínicas y no criminales) infligen a los entornos laborales.


"Los psicópatas integrados corroen y desgastan cualquier entorno humano o social en el que se mueven" 



10 noviembre 2020

La Ley del Talión y el Síndrome de Estocolmo.


Entre los sórdidos territorios de la Ley del Talión y del Síndrome de Estocolmo transita un caudaloso y, en apariencia, apacible río. Lo cruza un desvencijado puente cuyo esqueleto testimonia las sordas batallas que las almas atormentadas que lo atravesaron libraron con su conciencia y el entorno que se dibujaba en cada orilla. 
Las sirenas suecas, mercenarias a sueldo de los amedrentados ectoplasmas tribales que habitaban en ese oscuro territorio, invocaban plegarias con el corazón encogido y el rabo entre las piernas... Algunos transeúntes, siguiendo un impulso humano y misericordioso, se acercaban al mismo para comprobar, presas del pánico, que las frágiles tablas que pisaban se quebraban fácilmente y caían al oscuro río, que discurría indolente y apacible. 
El dilema moral de cruzar el puente, en uno u otro sentido, se configura como un acertijo milenario que cada cual debe resolver con solvencia, destreza y agilidad. Nunca hubo recetas para cruzarlo...

Fuerza y honor. 

Pórtate bien...


Te he dicho que tengas cuidado, que no puedes salir sola; que podrías caerte y hacerte daño. Y luego, mi mamá me riñe porque no he cuidado bien de ti. 

Pórtate bien y te cortaré un trozo de bizcocho que mamá preparó esta mañana para las dos. Vamos, abuela, que va a empezar a llover y no tenemos paraguas...

Blanco y negro. 

El tigre herido...