FOTOGRAMA FUNESTO.
Fragmentos de escarcha resbalan por sus mejillas mientras, lentamente, mastica con asco esa pena honda, gélida, que aflora a la superficie tras macerarse lentamente en el fondo insondable de su alma. Había pasado antes por esto, lo sabía bien, pero esta vez experimentaba, además de la ración de dolor físico correspondiente, una sensación de hastío que le asqueaba hasta el punto de provocarle náuseas.
Estaba tan saturada que sus mecanismos habituales de control y analgesia habían desertado y dejado expedito el campo, ya convertido en un erial, para que sus más oscuros y miserables espectros comenzaran a poblarlo sin misericordia.
No se le ocurría otra solución que vomitarlo todo, provocarse un exorcismo tan brutal que, aunque la dejase exánime, le permitiese reconstruir los escasos fragmentos de dignidad que pudieran quedarle en su interior, tras tantos años de aguantar a ese miserable que, una vez más, se retorcía en el suelo, supuestamente abochornado, implorándole un miserable perdón que, ahora, se le antojaba estéril y vacuo.
Quiso escupirle pero, en el último momento, decidió ahorrar saliva. Cojeando, sin mirar atrás, recogió su pequeña maleta y salió de la casa cerrando la puerta.
1 comentario:
Un relato duro que, afortunadamente, tiene un final feliz. Dejarlo todo atrás y empezar de nuevo es la única manera de avanzar cuando una se ve envuelta en una espiral como esa...
Buen relato, Juan, muy bien transmitidos los sentimientos de la protagonista :)
¡Un saludo!
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