26 diciembre 2014

Diario de un perfecto imbécil (4): ponga un filósofo zen en su vida.

Mi buen amigo Manolo es lo más cercano a un filósofo zen que podrían imaginarse. Todo un lujo tenerle aquí, en estas latitudes, sin necesidad de desplazarnos al lejano oriente para que nos ilumine con su sabiduría. Dicho todo lo anterior sin asomo alguno de sarcasmo; esto debe quedar absolutamente claro. Más de una vez, su templanza y prudencia me han salvado de meter la pata estrepitosamente. No impone, sugiere. No manda, invita. No presiona, deja que las cosas fluyan... Aunque les parezca impensable, es absolutamente posible este tipo de comportamiento en una empresa y les puedo asegurar que funciona. Al menos, Manolo hace que funcione. Cuando ha ocupado posiciones de poder en nuestro entorno laboral lo ha hecho desde un prestigio consolidado entre sus compañeros. Su autoridad emana del trabajo bien hecho, del respeto hacia todos los miembros de la plantilla y del conocimiento profundo de lo que se trae entre manos. Conoce, porque se lo han contado, confiando en su prudencia, media vida y milagros de todos nosotros. Cuando estaba en su mano, ha aderezado con mucho arte y estilo la rigidez burocrática de los procedimientos con el humanismo necesario en cualquier lugar donde el trato personal sea frecuente y continuo. Un lujo, se lo digo yo. Como carta de presentación no está nada mal, ¿no creen? Sé que si la pudiese leer antes de que se publicase me la censuraría con amabilidad. Su modestia, que no es falsedad, le impide otorgarse a sí mismo medallas y honores que, aunque los merece sobradamente, le impedirían caminar por la vida "ligero de equipaje", como él dice. "Todo aquello que te hace más grande, o parte del interior o termina siendo una carga insorportable en nuestro viaje por la vida", me comentó una vez cuando le pedí amablemente explicaciones a raíz de su renuncia a un nombramiento que, a la larga, le hubiese perjudicado más que beneficiado.

Conozco a Manolo desde hace muchos años. Tuve la suerte de coincidir con él mientras realizaba mis estudios en el pueblo y nos hicimos bastante amigos. Hombre parco de palabras y reservado en la intimidad, aunque con la versatilidad necesaria para montar un fluido discurso si la ocasión lo precisa, siempre destacó por su estabilidad emocional. En aquella época, nuestra adolescencia, era infrecuente verle metidos en peleas insustanciales. No era, ni es, un hombre cobarde, pero dosificaba sus esfuerzos para invertirlos donde pudieran ser de provecho. Sí le he visto encararse con un camorrista de medio pelo cuando intentaba abusar inmisericordemente de un chaval especialmente tímido y que era pasto frecuente de las burlas y escarnios de ciertos maleantes juveniles. Exceptuando esas contadas ocasiones, su trato con el resto del mundo se ha caracterizado por ser excepcional y diplomático. Lo traía de serie pero la experiencia que ha ido adquiriendo a nivel personal y laboral han elevado a niveles estratosféricos estas virtudes.

Coincidimos esporádicamente en la capital, donde finalizó con buenas calificaciones sus estudios de Derecho. Teniendo que atender a sus padres, cuyo estado de salud era bastante precario, prefirió volver al pueblo en vez de quitarse de en medio. Una vez aquí, no tuvo especiales dificultades para que su pericia y competencia profesional fuesen valoradas por Don José, nuestro antiguo jefe. Comenzó a realizar labores administrativas en la empresa pasando, poco a poco, a desarrollar otras ocupaciones de mayor calado a medida que su perfil humano y laboral fue dando muestras de excelencia. Tanto es así que, con ocasión de vacante, el director le propuso el puesto de administrador, confiando en sus dotes organizativas, buen criterio e imprescindible mano izquierda para el trato humano.
Como podrán intuir, disfruto enormemente de las ocasiones en que podemos compartir el desayuno ya que sus certeros análisis sobre las más diversas coyunturas cotidianas suelen ser muy suculentos y acertadamente fundados. Su juicio clínico predice ajustadamente el desenlace final de muchas situaciones aunque, en ese momento, estén en fase embrionaria. Se equivoca en un reducido número de ocasiones. "Es que parece que tienes una bola de cristal, Manolo..."; "qué va -me dice- lo que pasa es que fulanito de tal ya ha utilizado la misma táctica en varias ocasiones y se le vé venir desde kilómetros a la redonda; es una simple cuestión de método científico basado en la observación sistemática del entorno". Sea como fuese, durante el período en que su fino olfato ha estado al servicio de la gobernación de esta empresa, son pocas las situaciones importantes que se le han escapado de las manos. Lejos de meter la cabeza, cual avestruz, en un agujero, ha lidiado con destreza y solvencia las reses más variopintas con las que se ha enfrentado, recibiendo un reducido número de cornadas, de las que también ha extraído su lección, en todos los lances que ha tenido que torear.

Como ya he adelantado en otra entrega de este diario, fue de los primeros en darse cuenta de la doblez de nuestro particular y amenazador psicópata. Había tenido que trajinar con varios personajes semejantes a lo largo de su vida y los conocía bien. Lejos de revelar turbación o sorpresa, los dejaba hacer y exteriorizar sus verdaderas intenciones para poder, más tarde, utilizar la fuerza despiadada que estos personajes proyectaban contra él o su entorno y devolverles en su justo momento el ataque; sin proyectar una mayor agresividad o potencia que la necesaria para neutralizarlos. Se había convertido en un venerado maestro, por todos los que le conocían, del uso virtual de la fuerza para canalizarla adecuadamente y evitar destrozos innecesarios. Nuestro querido administrador -el psicópata- intentó buscarle las cosquillas en cuanto se dio cuenta de que Manolo conocía el terreno y podía, aunque sólo fuese simbólicamente, cuestionar su autoridad laboral y el ejercicio virulento del poder que pretendía proyectar hacia los trabajadores. Me consta que intentó encararlo varias veces mientras que mi buen amigo le dejaba hacer, encajando pugilísticamente todos los golpes y dardos recibidos... hasta que, en el momento oportuno, tras una elegante y habil maniobra distractora, Manolo le devolvió sin inmutarse todos los golpes y leñazos recibidos hasta el momento. El psicópata, absolutamente desconcertado por la agilidad marcial de su adversario, siendo un cobarde de reconocido prestigio, reculó rápidamente para evitar el más espantoso escarnio y ridículo personal al que se enfrentaba. Tomó nota, ambos lo hicieron, y desde entonces le guarda las distancias cual hiena subafricana.

Manolo volvió a su puesto de origen tras la jubilación del anterior director, pero lo hizo con mayor prestigio aún, dado que la autoridad que emanaba de todos sus actos le confería un aire de respetabilidad que para sí quisieran muchos poderosos jerifaltes cuya principal pobreza humana y profesional radica en que sólamente pueden ostentar el poder desnudo y vacuo que les otorgan los puestos y cargos que ejercen.

Representa para mí un verdadero lujo contar con Manolo entre mis escasos amigos. Espero seguir aprendiendo de él cada día que pase. Habrán podido conocer alguno de los rasgos de este buen amigo si han tenido oportunidad de leer las anteriores entregas de este diario, donde su presencia ha estado caracterizada por la prudencia y la sensatez. Como su magisterio se extiende a todos los planos que puedan intuir, seguirá apareciendo con frecuencia a lo largo de estas torpes líneas que pretenden esbozar mis pensamientos más cotidianos. A buen seguro, mi psicoterapeuta estaría encantada de tener una charla amigable con este hombre. De terapeuta a filósofo coincidirían en muchísimos aspectos y visiones. Intentaré convencer a Manolo para que me acompañe un día a consulta. Ya veremos....


"La autoridad (auctoritas) que emana del buen desempeño y sus repercusiones morales ante la comunidad; uno de los rasgos característicos del genuino liderazgo" @WilliamBasker


2 comentarios:

Chame Pérez dijo...

Gracias por compartir este excelente relato. Una vez escuché decir que aquí escuchamos para responder. Cuando vemos a quién lo hace para aprender, nos deslumbra. Cuán grandes son las cargas del Ego...

JUANTOBE dijo...

Muchas gracias, Chame, por tus palabras. Me alegra mucho que te haya gustado. Espero que sigas la evolución del relato. No ha hecho más que empezar... Que tengas un buen fin de semana. Saludos. :-)

El tigre herido...