04 mayo 2021

El tigre herido...

Los peores zarpazos los da el tigre herido, refiere la sabiduría oriental. 

Torpes y desmañados figurantes entonan cánticos de victoria repartiendo la piel del tigre al que creen malherido y lacerado. 

Su torpeza se transfigura en pánico cuando, ebrios de su aparente victoria, se acercan demasiado al tigre yacente para calibrar el botín de su caza. 

A cada cual... lo suyo, ni más, ni menos...


27 abril 2021

El imperio de la postverdad

Asistimos embobados y estupefactos a un escenario mediático global donde todo aquel que tiene la menor oportunidad “miente como un bellaco”, valga la expresión clásica, pero, al menos oficialmente, pretende proyectar cercanía, humanidad y convicción. El resultado de este neopopulismo es devastador para la ciudadanía, a la que ya no le sorprende nada porque ha perdido, si es que alguna vez la tuvo, la capacidad de análisis crítico.


La postverdad no es más que una distorsión, deliberada y dolosa, de cualquier realidad que se narra o describe. Eso sí, manipula hábilmente las emociones de los destinatarios, apelando a sus creencias esencialistas, todo ello con objeto de medrar e influir en las actitudes de los sujetos ante los discursos bañados del bálsamo de la postverdad.

Si bien la manipulación de masas no es un fenómeno novísimo, el origen contemporáneo del término postverdad es atribuible a un bloguero, David Roberts, que acuñó el concepto en el año 2010, en una de sus publicaciones.

Aquí, los hechos objetivos pierden importancia y, por ende, influencia en la ciudadanía, ya que el bombardeo continuo de mensajes que apelan a emociones y creencias banales logra amoldar y modelar la opinión pública y, como consecuencia de esto, se consigue influir poderosamente en las actitudes sociales de los ciudadanos.

Son verdades simples, enlatadas, maliciosas y sazonadas convenientemente con la salsa de la emotividad más meliflua. Apelan a ella muchos políticos, advenedizos y trepas diversos que, utilizando las estructuras corporativas de empresas y administraciones, solo pretenden justificar su presencia, en ausencia clamorosa de la auctoritas latina, para aprovecharse y obtener beneficios del río revuelto en que se ha convertido la jungla social que nos ha tocado vivir.


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20 abril 2021

El mito de la calidad


La búsqueda del Santo Grial tiene su génesis en la literatura artúrica (siglos XII y XIII), aunque se pueden trazar orígenes más remotos a partir de leyendas y relatos celtas mucho más antiguos. En esencia, relata la historia de los Caballeros del Rey Arturo (Mesa Redonda) y su búsqueda del divino objeto usado en la última cena de Jesucristo con sus apóstoles.


Por otra parte, seguimos con las leyendas y mitos, la Piedra Filosofal era la sustancia, para los alquimistas, capaz de transmutar la naturaleza de los objetos y convertirlos en oro, otorgar la inmortalidad y, entre otras virtudes, curar enfermedades.

El hombre postmoderno está, aparentemente, por encima de estos mitos arcaicos, pero provisto de estadísticas, indicadores, sistemas de medición y otros útiles más sinuosos y sutiles recrea, aunque nos parezca mentira, la búsqueda de nuevos mitos (“Griales” y “Piedras”…) que, sin la carga de lirismo y efluvios románticos que guiaron históricamente a sus antepasados, fundamenten su existencia.

La búsqueda de la Calidad se ha convertido en uno de los mitos contemporáneos más interesantes, de cara a su análisis, que han surcado las últimas décadas de nuestra historia. Sus orígenes, cuando se rastrean, parecen ser más antiguos, aunque con diferentes nombres y definiciones. Es, en cualquier caso, durante el siglo XX y en el marco empresarial e industrial cuando este concepto adquiere sus momentos de mayor gloria y esplendor. Ciertamente, como con otros muchos conceptos e ideas, por un fenómeno de ósmosis, capilaridad y mimetismo son muchos ámbitos sociales y organizativos los que han adoptado, sin complejos, la búsqueda del “Grial” de la Calidad.

Nadie en su sano juicio, aún bajo tormento y tortura, abjuraría de la Calidad como norte de sus desvelos. Nos sentiríamos incómodos si negásemos la búsqueda de la Calidad en todas y cada una de nuestras acciones: comprar un coche, buscar una casa, educación, sanidad, ocio, consumo….. por citar solo algunos campos, de entre cientos o miles, en los que la Calidad se ha convertido en la máxima aspiración de los mortales.

Aunque se pretenda “normalizar” el término, existen muchas visiones de la Calidad. Lo que para unas personas posee las virtudes del concepto, para otras no lo es tanto. Consecuentemente, de significar tantas cosas, el término Calidad puede pasar a no significar absolutamente nada. Puede llegar a convertirse en un concepto hueco, recurrente y manido más cercano al “Mundo de las Ideas” platónico que a la diosa de la eficacia y productividad a la que pretende servir.

Dando por sentado que todos sabemos a qué nos referimos cuando hablamos del citado concepto (lo que es, probablemente, una falacia) el discurso oficial de los “Teólogos de la Calidad” focaliza su doctrina en la aplicación de técnicas ungidas por el bálsamo de la eficacia, sacralizadas por las estadísticas de la producción y santificadas, finalmente, por el todopoderoso Mercado.

Bueno sería, digo yo, la búsqueda de planteamientos serios tendentes a lo que son las legítimas aspiraciones de muchas personas: mejorar, evolucionar, solucionar los problemas…. Y eso me parecería magnífico, de verdad. Pero, una vez más, me da la impresión que asistimos a la creación de una nueva casta de mandarines, gurús o sumos sacerdotes que, con mayor o menor acierto, legitimarán con su interpretación de los hechos y la doctrina las actuaciones de los pobres mortales que se encuentran al otro lado del púlpito. Habremos, eso sí, evolucionado; ya no tendremos que sacrificar a un pobre animal (Levítico) o destriparlo para interpretar los designios divinos, sino que nos conformaremos con retirarle (si la tuviese en su poder) o denegarle una limpia y aséptica certificación de Calidad.

Qué le vamos a hacer; ya lo dijo Salomón en el Eclesiastés: “Nihil sub sole novum"… (No hay nada nuevo bajo el sol…).


13 abril 2021

El enredo como estrategia organizativa perversa


Perversión:
dícese del "envilecimiento o corrupción, sobre todo si son causados por malos ejemplos o enseñanzas".

Resulta curioso que en diversas organizaciones y estructuras corporativas la lógica del funcionamiento de las mismas se ha pervertido hasta el punto de justificar lo injustificable.

Lo razonable es que una vez detectado un problema o planteado un objetivo sobre el que trabajar, se decida articular una serie de actuaciones con objeto de generar el correspondiente producto. Esto, que parece tan sencillo de explicar, es difícil de aplicar porque en determinados casos se decide actuar sin intención de culminar o producir nada sino porque es la única manera de justificar y perpetuar las estructuras, anquilosadas y absolutamente herrumbrosas, que persisten en muchas organizaciones.

El impacto del trabajo realizado es mínimo y desastroso. Consecuentemente, surge el problema de buscar, en ese momento, material para justificar dichas reuniones o eventos.

El "drama", y el ridículo más pasmoso, sobreviene cuando no hay manera humana de justificar esa actuación y tras sesudas reflexiones se llega a la conclusión de que es muy difícil encontrar una materia medianamente importante sobre la que trabajar. No sólo se pierde el tiempo, sino que sobreviene el hastío y el desánimo. Esto genera un malestar corporativo que enrarece el ambiente de trabajo hasta límites insospechados.

Hay personajes encastrados en las intrincadas ramas de muchas corporaciones que son especialistas en revolver y enredar lo obvio. Todo ello, en primer lugar, para beneficio de sus particulares posiciones y, podríamos pensar, para justificar una diligencia inexistente que les permita alimentar su ego el mayor tiempo posible. El ejercicio del poder, una vez más, enmascara la carencia de autoridad.


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07 abril 2021

Orden y desorden social... desde la entropía.

Mantener en equilibrio y dentro de un orden cualquier organización social exige una importante inversión de energía, ya que todo sistema tiende, como evidencia el principio de la entropía, espontáneamente al desorden. Ningún sistema resiste de manera inmutable al paso del tiempo si no se invierte esfuerzo en reparar el desgaste sufrido, sea cual sea la causa. 

El concepto de entropía refleja una medida del orden, o desorden, de un sistema físico. El origen del mismo hay que buscarlo en la segunda ley de la Termodinámica, aunque su aplicación a los sistemas sociales no tiene desperdicio y, metafóricamente hablando, arroja mucha luz sobre determinadas áreas oscuras de dichos sistemas. 

Aunque no lo parezca, y ello es debido a la pericia de los gestores de los mismos, determinadas estructuras organizativas funcionan de manera fluida y adecuada. Aparentemente pueden no existir unas directrices que articulen el funcionamiento de dicho sistema pero la prueba de que existía un motor detrás del funcionamiento de las mismas resulta patente cuando cambian las circunstancias organizativas o personales y, de la noche a la mañana, ese sistema modélico comienza a presentar pequeñas disfunciones, terminando por “griparse” el motor.

A veces no se valora suficientemente el esfuerzo de personas que, día a día, contribuyen con su prudencia, profesionalidad y “buen-hacer” al funcionamiento de estructuras organizativas diversas. Esa falta de reconocimiento se combina muchas veces con críticas absurdas, infantiles e injustificadas que hacen que las personas atacadas, injustamente, vayan perdiendo poco a poco las ganas de seguir trabajando en todo aquello que hacían por vocación o profesionalidad.

No “quema” tanto el trabajo, si éste es reconfortante y nos permite realizarnos vocacional o profesionalmente, como la injusticia y la desconsideración.

Sería necesario que cada cual hiciera lo que tiene que hacer, respetar al de al lado y ponerse un poco en la piel de los demás (empatía); en suma, algo tan fácil de enunciar pero, parece ser, tan difícil de conseguir como “vivir y dejar vivir”…


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30 marzo 2021

Equilibrio y equilibristas...



Curiosa y manida palabra, donde las haya. De tanta retórica hueca que escuchamos continuamente nos viene la tendencia al uso indiscriminado de palabras y expresiones a las que vamos vaciando de significado.

El desequilibrio es la causa de muchos de los problemas y malentendidos con los que nos encontramos día a día. Conocemos a personas que sin mala intención, o con ella, plantean problemas y escenarios desde una perspectiva desequilibrada. Lejos de intentar la búsqueda de soluciones con armas tan sencillas como el sentido común, intentamos zafarnos rápidamente de los problemas planteando soluciones inoportunas que, a la larga, generan mayor confusión y solucionan poco o nada el asunto en cuestión.

La búsqueda del equilibrio exige un sacrificio que no todos estamos dispuestos a soportar, optando por la solución más rápida y desequilibrada. Recomponer la situación exige tanto esfuerzo que, la mayoría de las veces, no tenemos ni capacidad ni ganas de hacer.

La búsqueda del equilibrio exige también tiempo.

Tiempo y sacrificio son conceptos que suelen estar lejos de las prácticas sociales y personales en la actualidad. El hedonismo que nos rodea por los cuatro costados ha conseguido que la búsqueda alocada del placer nos haga huir de todo aquello que no lo represente, de manera fácil e inmediata.


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25 marzo 2021

La envidia... algunas reflexiones.


La persona envidiosa se obsesiona con demasiada frecuencia cuando observa casualmente o espía los logros de los demás. Puede, en los casos más espinosos y complicados, dejar de disfrutar de su vida o de vivir plenamente porque dedica todo su tiempo y esfuerzo a estar pendiente de los que considera adversarios, todos ellos personas que cohabitan con él, dentro de su entorno vital.


Sufre de manera desproporcionada por cosas que se encuentran fuera de su círculo de influencia, llegando a sentirse agobiado por los triunfos, logros y éxitos del resto de personas que le rodean. En los casos más cruentos, el agobio se transforma en rencor hacia todos aquellos que poseen cualquier bien, material o inmaterial, del que el envidioso no puede disfrutar. Todo ello le provoca una profunda insatisfacción y, paralelamente, socava su frágil ego alimentando un complejo de inferioridad que no hace otra cosa que crecer con los años. 

La persona envidiosa vive con angustia y amenaza los éxitos y la felicidad de los otros, llegando a mantener una competencia feroz y perpetua contra todo el mundo, mientras se consume atormentada por la envidia. No le afecta tanto que los demás tengan las cosas que él o ella desea, sino que llegamos a la cuadratura del círculo perverso y podemos concluir que desean esas cosas, precisamente, porque los demás las poseen. 

La envidia puede adquirir matices muy variopintos y formas de expresión sumamente creativas. No son infrecuentes las críticas, ofensas, difamaciones, venganzas y agresiones que las personas envidiosas dirigen hacia aquellos que han convertido en objetivos a batir. Cuando no consiguen lo que quieren, su única salida es la aniquilación del adversario. Lo intentan por todos los medios a su alcance y su objetivo final es convertir en basura aquello de lo que no pueden disfrutar, sea material o inmaterial. 

Además, es absolutamente compatible la envidia más furibunda con la inteligencia más despierta. Se trata, en este caso, de una combinación letal ya que un envidioso hábil y manipulador, además de inteligente, puede disfrazarse de amigo para asestar el golpe definitivo en el momento más inesperado, cuando los otros tienen todas las defensas desactivadas. En este caso, mientras la hiel que destilan se resbala por la comisura de sus labios, suelen ufanarse de su habilidad, experiencia y arte en contraposición de la torpeza de los pobres infelices que han sido abatidos por sus dardos envenenados. Dado que la supervivencia del que consideran rival les hace tanto daño, intentan, por todos los medios a su alcance, derribar al otro ya que reciben su impulso vital de la creencia, absolutamente falaz, de que nadie es tan perfecto como él mismo. 

El envidioso elabora un arsenal de creencias que le permite superar el profundo sentimiento de inferioridad que le genera su auto-observación. Compensa ese sentimiento desarrollando un complejo de superioridad que le faculta para vivir absolutamente inmerso en la ficción de que posee cualidades, atributos y valores de los que realmente carece. Como consecuencia, se los niega a los demás para, precisamente, defenderse de la agresión que supondría para su autoestima reconocerle esos valores a otras personas. 


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23 marzo 2021

¿Tiene el CONFLICTO siempre una connotación negativa?


El conflicto puede ser considerado como una herramienta y no tiene por qué ser malo. Muchas veces se convierte en un instrumento enriquecedor, ya que permite sacar a la luz situaciones que, de otra manera, permanecerían fuera de los focos y podrían ser fuente de problemas aún más profundos. La tendencia natural de aquello que no sale a la luz es el enquistamiento y la reproducción sorda y soterrada de dichos problemas.

En entornos organizativos anquilosados, que funcionan meramente por inercia, el conflicto es valorado como un enemigo a batir. Todo lo que se aparte de lo rutinariamente previsible es visto como una fuente de incertidumbre y las personas que plantean escenarios de mejora y evolución son acalladas violentamente o, lo que es peor, desde el desprecio sordo y continuo que termina por aburrir al más entusiasta.


La tendencia natural de algunos miembros de las organizaciones es la de perpetuarse a toda costa. Determinadas personas utilizan sus puestos para encadenarse en rutinas que justifican su presencia en las mismas. Aportan poco o nada y sobreviven parasitariamente de los espíritus entusiastas que generan proyectos y ganas de trabajar, asentándose en prácticas endogámicas cuyo único objeto es promocionar a otros espíritus similares y vivir a costa de los demás.


El “vampirismo” es una buena metáfora que explica con rizos literarios ese tipo de conductas. El vampiro organizativo teme al conflicto porque cuestiona sus débiles cimientos, logrados a base de “trapicheos” y mercadeos, alejados de una sólida base profesional y humana.


En cualquier organización no es infrecuente encontrar a este tipo de personajes que hurtan el mérito ajeno, ponen zancadillas e intentan arribar a puestos de poder para alcanzar el prestigio y estatus que no pueden conseguir por medios propios y legítimos. Intentan acallar cualquier atisbo de crisis, sin valorar el potencial regenerador y creativo que pudiera tener si fuese gestionada adecuadamente. 


Un conflicto puede permitirnos mejorar todo aquello que permanece latente y perjudica el funcionamiento de una organización. Un abordaje creativo del mismo, implicando a los agentes o personas, poniendo sobre la mesa las cartas y negociando soluciones provechosas para todos puede ser motor de mejora y calidad.


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19 marzo 2021

Canibalismo y organizaciones: la fagocitación ritual del talento.

Sigmun Freud, en su libro "Totem y tabú" (1912), nos ofrece una descripción del mito de la comida totémica. En la horda primitiva, los hermanos asesinan al padre con el único objeto de adquirir su fuerza y poder ante las mujeres.
Ingerir carne humana, práctica habitual en muchos pueblos indígenas de costumbres antropofágicas, no consistía exclusivamente en una práctica o acto desesperado ante situaciones de carencia extrema de alimentos. Antes bien, está suficientemente documentado por los antropólogos la existencia de un canibalismo entendido como ritual de posesión a través del cual se incorporaban las cualidades del enemigo que, de esta manera, se transferían a la persona que ingería la carne humana. 



Reflexionando al respecto y extrapolándolo a contextos organizativos, podemos considerar que los seres humanos, cuando ejercen el poder y sienten la tentación o necesidad de ejercer el dominio sobre los que le rodean, pueden llegar a practicar un canibalismo de las conciencias e ideas de sus "víctimas". 

No es nada infrecuente que cualquiera de nosotros haya conocido a personas que, en el ejercicio de su poder como gestores de recursos humanos, hayan sido manifiestamente incapaces de organizar y desplegar las facultades necesarias para la gobernación de los asuntos sobre los que eran competentes. Ante manifiesta incompetencia, ejerciendo un poder carente de autoridad, han fagocitado simbólicamente las ideas, el trabajo y la ilusión de esforzados trabajadores que no tenían otra pretensión que realizar correctamente las labores encomendadas.
Esta práctica de antropofagia o canibalismo organizacional tenía como objeto primordial evitar que las personas fagocitadas pudiesen desplegar todo el elenco de energía y habilidades que pudieran ensombrecer la figura totémica provista de pies de barro de sus patrocinadores. Adicionalmente, y en un rocambolesco y perverso ejercicio de reciclaje medioambiental postmoderno, dicha energía no era desperdiciada sino hurtada subrepticiamente para que, tras un proceso de maquillaje burdo y elemental, ser presentada como una fresca flor proveniente de una planta reseca y esclerotizada que, de esta forma, podía revivir temporalmente con apariencia de frescura y lozanía.


En condiciones normales, dicha práctica ha podido ser sistematizada por el simple expediente de incorporar nuevas víctimas a la perversa rueda taylorista de la fagocitación simbólica. Un único problema, la huída -aunque debilitada- de cualquier víctima podría generar por sí misma un fortísimo sentimiento de frustración en el totem fagocitador capaz de aniquilar, de ser atrapada, los restos palpitantes de la osada ofrenda humana que saltó sin pedir permiso del altar ceremonial para recuperarse de sus heridas.


"La fagocitación del talento ajeno como vía de supervivencia de la mediocridad" 

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17 marzo 2021

HACKERS

HACKERS y otras cosas...

1. No, no vamos a hablar de virus, infecciones, curas y otros menesteres asociados a la Informática. El término Hacker, no confundir con Cracker, va más allá de todo eso. Aunque, originariamente, surgió en el ámbito de las Tecnologías de la Información y la Comunicación, ha traspasado fronteras y la cultura y ética Hacker se han expandido, afortunadamente, por lugares lejanos y muy diferentes a su nicho ecológico inicial. A comienzos de la década de los sesenta (del pasado siglo, claro está), un grupo de programadores del MIT -a la sazon, el Instituto Tecnológico de Massachusetts- comenzaron a denominarse Hackers. Posteriormente, en los ochenta, los medios de comunicación aludían frecuentemente con dicho término a la caterva de criminales informáticos -los "malos", por simplificar- que se dedicaban a desarrollar virus diversos con objeto de piratear, infiltrar y destruir los sistemas informáticos de propios y extraños. Para evitar malentendidos, los Hackers -los "buenos", queda claro- comenzaron a denominar a esos piratas informáticos Crackers. No voy a hablar ahora de Informática, sino del "modus vivendi" de muchas personas (las llamaremos, también, Hackers). Su modo de ser, pensar y plantearse la vida se parece mucho a lo que comenzó a denominarse "ética Hacker" y no tiene por qué estar relacionado con ordenadores, redes y tecnologías similares. Intentaré explicarme. Muchos artistas, profesores, artesanos, profesionales diversos... podrían ser considerados Hackers porque en ellos se dan una serie de circunstancias que los singularizan. Disfrutan de y con su trabajo, son creativos y llenos de energía, el dinero (una vez que tienen suficiente para vivir) no es el motor de sus vidas, se apasionan con lo que hacen y encuentran tiempo (sí, ese preciado bien) para hacer muchas cosas diversas ya que no conciben el mismo desde el punto de vista de la producción empresarial taylorista... Son personas flexibles y dueños de sus actos, anteponen su libertad personal ante otros bienes más mundanos que, a la larga, acaban convirtiéndose en cadenas e hipotecas vitales insufribles; son antiautoritarios, ya que respetan a los demás porque han aprendido a respetarse a sí mismos... Conviven con el aparente caos y "productividad" de su entorno sin dejarse influir más allá de lo que su espíritu les permite, pero dejando hacer a los demás; predican con el ejemplo, pero no pretenden ser profetas de nada ni de nadie; viven y, simplemente,... dejan vivir.


2.
Max Weber , sociólogo alemán, publicó entre los años 1904 y 1905 una obra denominada "La ética protestante y el espíritu del capitalismo". Básicamente, la tesis que subyace en dicha obra es que el capitalismo evolucionó a partir de la ética protestante (particularmente, el calvinismo), en la medida en que el hombre común adoptó como motor de su vida la ética del trabajo y del esfuerzo. No estamos hablando de que la religión guíe (en un sentido "supraespiritual", valga el término) o haya guiado la vida de estos hombres, sino de las consecuencias socioeconómicas de una ética subyacente que, con la intención de ganar la salvación eterna, incidía fuertemente en los valores anteriormente mencionados. Como consecuencia, entre otras cosas, de esta forma de vida, la "ética del trabajo" se convierte en la nueva "religión", emancipándose de la ética protestante. El "trabajo" sube a los altares y se convierte en la máxima aspiración vital llegando, en muchos casos, a convertirse en una adicción incompatible con otros menesteres, quizás más humanizadores y gratificantes pero, a la sazón, menos productivos. Fruto de esta "ética y esclavitud del trabajo" son muchos de los comportamientos y actitudes que, de manera aparentemente aséptica, pululan diariamente por nuestras calles, empresas y, cómo no, entornos familiares. Por ejemplo, el tiempo dedicado a la familia, ocio y hogar se ha "optimizado" hasta niveles impensables. El Taylorismo ha entrado de lleno en la "vida después del trabajo" automatizando, simplificando y rentabilizando al máximo cualquier fracción temporal que pudiese perderse de manera "improductiva". Los niños y niñas, en los hogares modernos -laicos y/o católicos mayoritariamente, en nuestro entorno geográfico- son educados devotamente en el marco de esta novísima "ética laboral". Sus agendas no tienen nada que envidiar a las de sus progenitores: actividades extraescolares (o durante el fin de semana, vacaciones o festivos) que incluyen deporte, artes, plástica, refuerzo escolar, música, danza, equitación... Y no es que estas actividades estén mal, de por sí; el problema reside, a mi entender, en el uso y enfoque de las mismas. El día se divide, emulando el modelo productivo-empresarial, en segmentos absolutamente codificados y productivos. Todo lo que no encaje en éstos no existe y, lo que es peor, mucho cuidado con dejar alguno de estos espacios temporales sin hacer algo "de valor". El horror al espacio vacío puede ser mucho peor que la condenación eterna. Para conciliar la vida laboral con la familiar -que se dice ahora- se recurre, frecuentemente, a la "subcontratación de servicios": microondas para comidas "preparadas" y precocinadas, guarderías, actividades -programadas hasta el milímetro- de ocio externo... Los padres y las madres se han convertido, en muchos casos, en eficientes gestores de recursos externos -humanos y materiales- que recurren continuamente al mercado para rellenar los segmentos temporales codificados y actuar, de este modo, eficientemente. Nuestro sueño dorado, la "felicidad enlatada", hecho realidad...

3.

La "ética Hacker" supone un revulsivo contra todo este complejo escenario. El espíritu libre de los Hackers les lleva a tener una verdadera pasión por aprender y transmitir lo que aprenden, no guardándose -cual usureros- el conocimiento al que tienen acceso. Para ellos/as la información es fuente de mejora y es necesario "abrir puertas" más que "cerrar cajones". Suelen ser autodidactas de la vida y preguntan, sin complejos, cuando no saben algo. Ayudan, en definitiva, a otros/as a encontrar el conocimiento. Estructuran su tiempo en formatos mucho más flexibles, disfrutando de la vida y sacando momentos de ocio a lo largo de su jornada. Su mismo trabajo, fuente de satisfacción, lo viven -muchas veces- lúdica y creativamente. En los tiempos que corren, en todos los aspectos, ¿podríamos aprender algo de esta nueva ética o, por el contrario, estamos tan cómodos y seguros de nuestros estilos de vida que no nos merece la pena plantearnos un cambio de escenario....?


El tigre herido...