24 marzo 2015

Gran Hermano en la escuela, acoso. Diario de un perfecto imbécil (22): mi cuñada Toñi y sus historias (3).


Tras despacharnos a gusto con respecto a la compañera envidiosa de Toñi nos dedicamos a seguir platicando sobre diversos asuntos familiares. A ese respecto, nada de importancia que comentar en estas líneas. Parece ser que mi cuñada estaba especialmente en racha y nos siguió ilustrando con la relación al bestiario de personajes que la acompañaban en su jornada laboral cotidiana, en su colegio. No intuía yo la complejidad que albergaban las instituciones escolares pero, a poco que se reflexione sobre el tema, se llegará a la conclusión de que entre personas cultivadas y, la gran mayoría, inteligentes, los desafectos y desventuras que sobrevienen al resto de los mortales adquieran unos tintes y matices especialmente poliédricos y enmarañados. Para muestra, otro botón.

La Envidiosa tenía, cómo uno, una corte de acólitas que solían acompañarla en sus desvaríos. Curiosamente, recurrir al papel jugado por el coro en las tragedias griegas era la mejor manera de explicar el rol que jugaban estas acompañantes solidarias. Al igual que sus antecesores dramáticos, este grupo de "amigas" se involucraban en la acción que, como artista principal, oficiaba la jefa de filas. Sus "cantos", a veces en las reuniones del Claustro, a veces en contextos más informales, solían refrendar la postura adoptada por su líder, por singular o impresentable que fuese. Eran importantes porque explicaban, o pretendían hacerlo, el significado de los acontecimientos. Actuaban como intérpretes para justificar cuantas acciones, "legales" o "encubiertas", llevasen a cabo para la defensa de sus intereses y pretendían, a un tiempo, justificar lo injustificable. Todo un reto para un terapeuta de grupo, comentó nuestra querida Toñi al respecto. 

Con toda la desvergüenza posible, cuestionaban los motivos y actuaciones del resto de compañeros "no afines", al tiempo que lanzaban admoniciones y reproches cuando alguno de ellos cuestionaba cualquier actuación de este grupo mafioso. En suma, este grupúsculo de corifantes interesadas aportaba un sentido de la épica para cada acontecimiento que magnificaba hasta límites grotescos cualquier suceso acaecido en el colegio, por nimio que fuese. Una de sus miembros, Logopeda por más señas, se caracterizaba por su aparente bonhomía hacia terceros no pertenecientes a la secta pedagógica. Según Toñi, esa actitud no era más que una pose más falsa que una moneda de cartón ya que la señora era "más mala que pegarle a un padre", expresión que, obviamente, había que interpretar en términos de perversidad psicológica y actitudinal. Caridad se llamaba, aunque no hacía honor al nombre. Esta mujer era la típica persona que solían llamar "enreda". Un arquetipo presente en muchas organizaciones y que se caracteriza, entre otras lindezas, por enmarañar, oscurecer y complicar cualquier asunto en el que interviene. Actúan como pirómanos, creando fuegos donde no los hay, para evolucionar sin solución de continuidad hacia el rol de bomberos responsables que, además de apagar el fuego que ellos mismos crearon, se permiten el lujo de sermonear y endilgar consejos morales a terceros que nada tuvieron que ver con la cremación. Por supuesto, son los primeros en lamentar el suceso que ellos mismos tuvieron la desfachatez de provocar con sus desvaríos irresponsables. 

La tal Caridad y la Envidiosa tenían una relación estrecha. Toñi no supo decir si era sincera o farisea ya que, en apariencia, ambas eran incapaces de mantener relaciones personales que no les reportasen un beneficio o interés. En cualquier caso, a los efectos del relato que nos estaba contando, ambas actuaban concertando actuaciones que pretendían, de manera sostenida, agredir a la Directora del centro. La buena señora, una gran profesional de la docencia y de la dirección, no había cometido mayor pecado que impedirles salirse con la suya cuando planteaban escenarios dantescos y las tenía bajo control. Eso era algo, al parecer, que el ego de las mafiosas no podía tolerar sin actuar en consecuencia, planificando actuaciones encubiertas encaminadas a desprestigiar a Julia, la Directora. 

Toñi tenía dos alumnos que precisaban de atención logopédica. El horario establecido para atenderlos semanalmente comprendía dos sesiones, de media hora cada una de ellas. El caso es que, por un motivo o por otro, la Logopeda aparecía la mitad de las veces tarde o, simplemente, no aparecía. Eso era algo anómalo en tanto en cuanto los perjudicados eran, en primer lugar, los alumnos que no recibían la atención que necesitaban. En el ámbito de las tutorías periódicas que mi cuñada mantenía con los padres de sus alumnos les comentaba la evolución de los chavales. Hacía de tripas corazón para no malmeter con relación a la aparente falta de rendimiento de una compañera suya, por lo que no "calentó" a  los padres de dichos alumnos pero mantuvo una conversación reservada con Julia al objeto de hacerle saber que las horas de Logopedia no estaban siendo cubiertas como se debía, al menos en su clase. La Directora, mujer prudente y experimentada, no se extrañó del asunto, ya que conocía bien a Caridad y no tenía una impresión excesivamente buena de su capacidad de trabajo y competencia profesional. No obstante, tomó nota con objeto de indagar con cautela para solucionar el problema y ver los motivos por los que una persona, que permanecía en su puesto de trabajo, no desempeñaba con la diligencia esperada su función pedagógica. 

Tras esa conversación, Julia se dedicó discretamente a preguntar a todos los Maestros y Maestras que tenían alumnos de Logopedia sobre la atención que recibían cada semana. Evidentemente, eran consultas prudentes que se justificaban, y no era mentira, por las quejas que habían llegado a sus oídos sobre la atención logopédiga. El nombre de mi cuñada no salió a colación ya que la Directora sabía, por experiencia en estas lides, que no podía exponer gratuitamente sus fuentes al fuego cruzado que los francotiradores iban a iniciar, a buen seguro, en cuanto se corriera la especie de que estaba preguntando por ese tema. Parece ser que la queja era generalizada ya que el aula de Toñi, y sus alumnos, no eran los únicos afectados. Algunos de los entrevistados alegaron que no querían problemas y que era cierto que más de una semana, la Directora se llevaba las manos a la cabeza al oír esto, la Logopeda no aparecía por el aula para recoger a los chavales a los que tenía que atender. Tras evacuar todas las consultas al respecto, llegó a la conclusión de que Caridad no aparecía o lo hacía con una frecuencia ínfima por una serie de aulas, con el consiguiente perjuicio hacia los alumnos de esas tutorías. Por el contrario, pasaba mucho tiempo en determinadas aulas; casualmente, las de aquellas amigas que formaban el coro trágico referido en el comienzo de esta entrada del diario. Todo ello, sin olvidar que muy pocas veces llegaba puntual a las nueve de la mañana. Raro era el día que no se colaba cinco o diez minutos más tarde, con el consiguiente perjuicio para aquellos alumnos que debía atender en el tramo horario comprendido entre las 9:00 y 9:30 hs.

Conocedora del entramado "micropolítico" del colegio, Julia reflexionó sobre la manera de abordar el tema para no incrementar, con su intervención, la problemática preexistente. No había tomado todavía una determinación al respecto cuando llegó a sus oídos que Caridad estaba lanzando la especie de que era objeto de acoso laboral. Sí, como suena. La muy desvergonzada, floja y endeble como ella sola, pretendía imputar a Julia una acusación tan grave por el hecho de cumplir sus funciones; en este caso, garantizar que el alumnado del centro recibía la atención requerida y que el profesorado cumplía con su horario de trabajo. Llegó el caso hasta el punto de que el marido de Caridad, otro inútil de reconocido prestigio, tomó cartas en el asunto y llegó a llamar a Julia para afearle la actitud hacia su mujer. Todo esto nos lo contó Toñi haciéndonos ver su asombro ante la situación. Prosiguió con su relato explicando que la señora Logopeda dedicaba su tiempo, enreda como era, para cotillear en las clases de sus amigas. Dado que tenía cobertura para moverse libremente por el centro durante el horario lectivo, ya que recogía a sus alumnos de cada clase, invertía el tiempo que debía dedicar a sus menesteres logopédicos en propagar habladurías y chismorrear con sus secuaces. Evidentemente, esos minutos que dedicaba a las labores de socialización los restaba a su oficio, con las consecuencias nefastas que hemos analizado y puesto de manifiesto. Parece ser que alguna de estas amigas le había ido con el cuento que la Directora les había preguntado sobre la atención a sus alumnos. Seguramente, habían magnificado la consulta, simple y llana, hasta hacerla parecer una conspiración hacia una buena (?) profesional que cumplía eficaz y eficientemente con su labor.

A todo esto, prosiguió Toñi, la muy desvergozada no tuvo objeción alguna para arremeter contra la Directora aún a pesar de que el trato de ésta había sido sumamente elegante durante los años anteriores, en los que había tenido enfermedades familiares graves que atender. En ese caso, no criticaba a Julia por su comprensión y disposición para entender algún que otro retraso o salida para cubrir esas necesidades familiares. Pero estamos con lo de siempre, no se pueden esperar actuaciones honorables de personas que creen que el honor es exclusivo de películas de caballeros medievales. Afortunadamente, la Directora tenía un prestigio reconocido tras años de un desempeño impecable de sus funciones y las falsas acusaciones no tuvieron más recorrido que el que las corifantes quisieron darle en contexto informales y oficiosos ya que nunca, sabiendo que era mentira, tuvieron el coraje de plantearlo abiertamente en los órganos formales de representación del colegio. La interesada se limitó a intentar desprestigiar y desgastar a Julia ya que no presentó denuncia alguna contra ese supuesto de acoso laboral.

Algo de verdad habría en el escaqueo desvergonzado de Caridad que, tras esos días de cruentas habladurías y chismes, enmendó su actuación y no sabemos si por miedo o por vergüenza, comenzó a dedicar el tiempo que correspondía a cada alumno. Suponemos que le vio las orejas al lobo y, conocedora de sus flagrantes incumplimientos, no quiso dar motivos para iniciar actuaciones de mayor calado que hubiesen fructificado en alguna sanción.

Pude comprobar que Toñi no se aburría en su trabajo y que ese nicho ecológico tan peculiar permitía el crecimiento y evolución de especies humanoides sumamente interesantes. Tendríamos que seguir, otro día, charlando de su colegio. Pasamos a comentar otros asuntos más familiares.

"La falsa acusación de acoso como moneda para evadir el incumplimiento de funciones laborales."




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ay!! amigo... Manolo, Ramón, Toñi, el sacerdote y ... todo un mundo que gira en torno a nuestra vida cotidiana, al final, enmarcado en diferentes ambientes son las problemáticas de nuestra vida, o mejor sociedad a veces los sentimientos, las etiquetas..... y aquellos problemas, acusaciones, difíciles de demostrar unas y fáciles de engañar en otras... Pero todas perfectamente engarzadas para que nuestra mente despierte y juzgue. Dichoso intelecto...
Sigue creando amigo Juan... Seguiremos leyéndote... besos y sonrisas...

Anónimo dijo...

Ay!! amigo... Manolo, Ramón, Toñi, el sacerdote y ... todo un mundo que gira en torno a nuestra vida cotidiana, al final, enmarcado en diferentes ambientes son las problemáticas de nuestra vida, o mejor sociedad a veces los sentimientos, las etiquetas..... y aquellos problemas, acusaciones, difíciles de demostrar unas y fáciles de engañar en otras... Pero todas perfectamente engarzadas para que nuestra mente despierte y juzgue. Dichoso intelecto...
Sigue creando amigo Juan... Seguiremos leyéndote... besos y sonrisas...

El tigre herido...