Tras reflexionar al respecto, se me viene a la cabeza un curioso paralelismo zoológico en la escala evolutiva de las especies entre los marsupiales australianos y muchos de los personajes que deambulan por el nicho ecológico de la política. Darwin, posiblemente, no hubiera podido establecer paralelismos tan estrambóticos como éste que traigo a colación porque la política victoriana no estuvo presidida por la complejidad y singularidad de la que disfrutamos a comienzos del siglo XXI.
Todos conocemos, directa o indirectamente, algún ejemplar político y podemos comparar los curiosos lazos zoológicos que le asemejan a los koalas. Si alguien no se ha cruzado con ellos sólo tiene que hacer un pequeño ejercicio de reflexión creativa que le será de suma utilidad. No existe un paralelismo total, afortunadamente, ya que algunos políticos... y koalas, escapan a esta generalidad. Dicho esto, veamos las semejanzas.
Pasan la mayoría del tiempo subidos a un árbol, del que raramente suelen bajar. Duermen un promedio de veinte horas al día y se mueven muy lentamente a través de él. No les hace falta "hacer méritos" fuera del árbol ya que la subsistencia suele quedar garantizada si se han arrimado a un buen tronco. Hemos conocido ejemplares humanos del homo politicus, sigo con el paradigma zoológico para no perdernos entre las ramas, que mimetizan asombrosamente este comportamiento. Sin necesidad de "hacer méritos" en la vida civil (hay personas y personajes a los que, simplemente, no se les conoce prácticamente oficio ni beneficio al margen del buen árbol corporativo o clan al que se han arrimado) sobreviven con un metabolismo basal muy lento durante la mayor parte del tiempo, evitando el desgaste que supone resolver problemas y atender los asuntos cotidianos de la gobernación con la diligencia esperada. En determinados momentos se activan, o son activados, siguiendo las exigencias que les impone la necesidad de subsistir.
Siendo los ositos amigables y amorosos animales sumamente lentos, sufren un alto grado de estrés si son sometidos a cualquier tipo de manipulación o situación desconocida. Es interesante comparar este comportamiento cuando los ejemplares humanos del homo politicus aludidos entran en estado de shock ante cualquier elemento mediático que amenaza con alterar el paradisíaco escenario de normalidad en el que aparentemente viven y nos trasladan frecuentemente con sus muecas esclerotizadas de plástico.
Son tan reactivos que muchos de ellos devienen incapaces de planificar estratégicamente los cambios previsibles en el entorno y confían en poder apagar los fuegos que surjan sin quemarse ni siquiera las pestañas. Ya habrá otros que se inmolen en su lugar. Todo ello, claro está, con objeto de preservar la energía y limitar su gasto. Para sobrevivir, mejor moverse poco o nada, sólo lo estrictamente necesario. No es que estén asentados en la vagancia, es una simple cuestión de metabolismo dietético.
El vocablo "Koala" proviene del Dharug, un dialecto neozelandés. ¿No se imaginan qué significa? Ni más ni menos que "gula". Siendo la gula uno de los pecados capitales del cristianismo, recordaremos que se trata de un peligroso vicio conectado con el placer desordenado por la ingesta de comida o bebida. ¿Políticos con gula? No es una broma, pero difícilmente podría calificarse con otro término el afán desmesurado por el acceso y consumo de recursos de todo tipo que pasan por sus manos. Algunos habrá que se salven, sin lugar a dudas. Consulten, en cualquier caso, las hemerotecas de los últimos años para ver si más de uno, y de dos, no han incurrido en tan peligroso vicio.
Los ositos de los que hablamos suelen descender, siempre pegados a su árbol, cuando la temperatura del ambiente se eleva. Dicho en román paladino, se quitan de en medio hasta que pasa el calor. Tampoco esta conducta etológica de evitación es ajena al comportamiento de muchos de nuestros próceres. Cuando intuyen la elevación del mercurio en el termómetro social y político emigran hacia zonas más frescas sin afrontar el calor que muchas veces, por acción u omisión, pueden haber generado ellos mismos.
El cerebro de los koalas es, en proporción, mucho más pequeño que el del resto de los mamíferos. Con relación a la especie humana, "subespecie" homo politicus, este dato no ha podido ser contrastado fidedignamente por un servidor ante la imposibilidad de acceder a datos antropométricos post-morten de los ejemplares humanos de los que tratamos en este artículo. Dejamos abierta la incógnita a este respecto, albergando la esperanza de que futuras investigaciones en este área nos alumbren al respecto.
Finalmente, parece ser que los koalas tienen huellas digitales muy similares a las humanas; curioso dato. Por tanto, si se encuentran o conocen a cualquier ejemplar de la clase política que encaje con este perfil zoológico no incurran en el grave error de imputarles defectos que no son suyos. Son sufridores, en el más puro, evolutivo y original sentido del término, de las servidumbres que impone la madre naturaleza a una subespecie que ha surgido históricamente porque existían nichos ecológicos disponibles que así lo permitían. Se han limitado, ni más ni menos, que a ocupar dichos hábitats con diligencia y efectividad. Adaptándose han sobrevivido y evolucionado para conseguir seguir caminando.
"El koala como imagen arquetípica del comportamiento de muchos ejemplares humanos pertenecientes a la subespecie 'homo politicus'"
1 comentario:
Interesante paralelismo.
Saludos
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