HACKERS y otras cosas...
1. No, no vamos a hablar de virus, infecciones, curas y otros menesteres asociados a la Informática. El término Hacker, no confundir con Cracker, va más allá de todo eso. Aunque, originariamente, surgió en el ámbito de las Tecnologías de la Información y la Comunicación, ha traspasado fronteras y la cultura y ética Hacker se han expandido, afortunadamente, por lugares lejanos y muy diferentes a su nicho ecológico inicial. A comienzos de la década de los sesenta (del pasado siglo, claro está), un grupo de programadores del MIT -a la sazon, el Instituto Tecnológico de Massachusetts- comenzaron a denominarse Hackers. Posteriormente, en los ochenta, los medios de comunicación aludían frecuentemente con dicho término a la caterva de criminales informáticos -los "malos", por simplificar- que se dedicaban a desarrollar virus diversos con objeto de piratear, infiltrar y destruir los sistemas informáticos de propios y extraños. Para evitar malentendidos, los Hackers -los "buenos", queda claro- comenzaron a denominar a esos piratas informáticos Crackers. No voy a hablar ahora de Informática, sino del "modus vivendi" de muchas personas (las llamaremos, también, Hackers). Su modo de ser, pensar y plantearse la vida se parece mucho a lo que comenzó a denominarse "ética Hacker" y no tiene por qué estar relacionado con ordenadores, redes y tecnologías similares. Intentaré explicarme. Muchos artistas, profesores, artesanos, profesionales diversos... podrían ser considerados Hackers porque en ellos se dan una serie de circunstancias que los singularizan. Disfrutan de y con su trabajo, son creativos y llenos de energía, el dinero (una vez que tienen suficiente para vivir) no es el motor de sus vidas, se apasionan con lo que hacen y encuentran tiempo (sí, ese preciado bien) para hacer muchas cosas diversas ya que no conciben el mismo desde el punto de vista de la producción empresarial taylorista... Son personas flexibles y dueños de sus actos, anteponen su libertad personal ante otros bienes más mundanos que, a la larga, acaban convirtiéndose en cadenas e hipotecas vitales insufribles; son antiautoritarios, ya que respetan a los demás porque han aprendido a respetarse a sí mismos... Conviven con el aparente caos y "productividad" de su entorno sin dejarse influir más allá de lo que su espíritu les permite, pero dejando hacer a los demás; predican con el ejemplo, pero no pretenden ser profetas de nada ni de nadie; viven y, simplemente,... dejan vivir.
2.
Max Weber , sociólogo alemán, publicó entre los años 1904 y 1905 una obra denominada "La ética protestante y el espíritu del capitalismo". Básicamente, la tesis que subyace en dicha obra es que el capitalismo evolucionó a partir de la ética protestante (particularmente, el calvinismo), en la medida en que el hombre común adoptó como motor de su vida la ética del trabajo y del esfuerzo. No estamos hablando de que la religión guíe (en un sentido "supraespiritual", valga el término) o haya guiado la vida de estos hombres, sino de las consecuencias socioeconómicas de una ética subyacente que, con la intención de ganar la salvación eterna, incidía fuertemente en los valores anteriormente mencionados. Como consecuencia, entre otras cosas, de esta forma de vida, la "ética del trabajo" se convierte en la nueva "religión", emancipándose de la ética protestante. El "trabajo" sube a los altares y se convierte en la máxima aspiración vital llegando, en muchos casos, a convertirse en una adicción incompatible con otros menesteres, quizás más humanizadores y gratificantes pero, a la sazón, menos productivos. Fruto de esta "ética y esclavitud del trabajo" son muchos de los comportamientos y actitudes que, de manera aparentemente aséptica, pululan diariamente por nuestras calles, empresas y, cómo no, entornos familiares. Por ejemplo, el tiempo dedicado a la familia, ocio y hogar se ha "optimizado" hasta niveles impensables. El Taylorismo ha entrado de lleno en la "vida después del trabajo" automatizando, simplificando y rentabilizando al máximo cualquier fracción temporal que pudiese perderse de manera "improductiva". Los niños y niñas, en los hogares modernos -laicos y/o católicos mayoritariamente, en nuestro entorno geográfico- son educados devotamente en el marco de esta novísima "ética laboral". Sus agendas no tienen nada que envidiar a las de sus progenitores: actividades extraescolares (o durante el fin de semana, vacaciones o festivos) que incluyen deporte, artes, plástica, refuerzo escolar, música, danza, equitación... Y no es que estas actividades estén mal, de por sí; el problema reside, a mi entender, en el uso y enfoque de las mismas. El día se divide, emulando el modelo productivo-empresarial, en segmentos absolutamente codificados y productivos. Todo lo que no encaje en éstos no existe y, lo que es peor, mucho cuidado con dejar alguno de estos espacios temporales sin hacer algo "de valor". El horror al espacio vacío puede ser mucho peor que la condenación eterna. Para conciliar la vida laboral con la familiar -que se dice ahora- se recurre, frecuentemente, a la "subcontratación de servicios": microondas para comidas "preparadas" y precocinadas, guarderías, actividades -programadas hasta el milímetro- de ocio externo... Los padres y las madres se han convertido, en muchos casos, en eficientes gestores de recursos externos -humanos y materiales- que recurren continuamente al mercado para rellenar los segmentos temporales codificados y actuar, de este modo, eficientemente. Nuestro sueño dorado, la "felicidad enlatada", hecho realidad...
3.
La "ética Hacker" supone un revulsivo contra todo este complejo escenario. El espíritu libre de los Hackers les lleva a tener una verdadera pasión por aprender y transmitir lo que aprenden, no guardándose -cual usureros- el conocimiento al que tienen acceso. Para ellos/as la información es fuente de mejora y es necesario "abrir puertas" más que "cerrar cajones". Suelen ser autodidactas de la vida y preguntan, sin complejos, cuando no saben algo. Ayudan, en definitiva, a otros/as a encontrar el conocimiento. Estructuran su tiempo en formatos mucho más flexibles, disfrutando de la vida y sacando momentos de ocio a lo largo de su jornada. Su mismo trabajo, fuente de satisfacción, lo viven -muchas veces- lúdica y creativamente. En los tiempos que corren, en todos los aspectos, ¿podríamos aprender algo de esta nueva ética o, por el contrario, estamos tan cómodos y seguros de nuestros estilos de vida que no nos merece la pena plantearnos un cambio de escenario....?